Carlos Clariá nace en Buenos Aires (Argentina) el 2 de octubre de 1940. Desde muy joven demuestra un fuerte interés por un ideal por el que valga la pena vivir. Antes de recibirse de abogado encuentra la espiritualidad de la unidad, de Chiara Lubich.
Es un hito que marca su vida. Lo dice a su novia: “¡Hemos encontrado! ¡El Evangelio se puede vivir!”.
Así comienza una vida nueva, con miras a un mundo unido, que lo llevará primero a España, luego a Roma y al mundo. Formador de generaciones de jóvenes de los cinco continentes, colaborador de la fundadora de los Focolares, Carlos se relaciona con personalidades de todas las culturas. Todo lo hace con pasión, movido por el anhelo de cooperar con la construcción de un mundo más fraterno.
Su intensa y fecunda vida concluye en una escalada espiritual, coherente hasta las últimas consecuencias con el camino recorrido en sus apenas 68 años.
En los textos del diario personal que publicamos narra, entre luces y sombras, su itinerario espiritual y su pasión por la fraternidad universal.