Durante largos años he dedicado mi tiempo a escuchar a las personas y he oído miles de problemas: casi todos podrían reducirse a la falta de fe, de esperanza y de amor. Quien cree, ama y espera, tiene vida y comunica vida. Por muy malos que corran los tiempos, no cabe el desaliento ni la desesperación. Para el cristiano, hasta el otoño es primavera. Cuando nos ponemos en las manos del Padre, ni las pruebas ni hasta la misma muerte podrán apartarnos de creer, amar y esperar en Él. Creer que somos sus hijos nos lleva a curar las heridas del pasado, a no angustiarnos por el futuro y a vivir lo único que tenemos: el presente. «Entrégate a la Providencia y queda en paz –dice san Maximiliano Kolbe–. Vive siempre como si éste fuera el último día de tu vida, porque el mañana es inseguro, el ayer no te pertenece y sólo el hoy es tuyo».