ESPECIAL JMJ: Firmes ante el sufrimiento y las tempestades
Álvaro Real
La tormenta de viento y de lluvia que arreció en Cuatro Vientos el sábado, 20 de agosto, se convirtió en una metáfora de lo que es la vida.
Impresionaban las imágenes de millón y medio de jóvenes esperando al Santo Padre desde primeras horas de la tarde. Impactaban y mucho la alegría, el color y la fiesta de los jóvenes llegados de todos los continentes. Y, sobre todo, estremecía el momento en el que una típica tormenta eléctrica de verano hacía presagiar que todo estaba perdido, que el acto debía finalizar y que la alegría se iba a tornar en tristeza debido a las inclemencias meteorológicas. Pero no fue así.
Los malos presagios dieron paso a un momento mágico de contemplación y de silencio cuando la custodia de Arfe emergía ante la mirada de los jóvenes. El Señor se hacía presente y éste era uno de los momentos más importantes de toda la Jornada Mundial de la Juventud. Ya no importaba que el Santo Padre no pudiera dirigir su discurso íntegro a los jóvenes (discurso en el que les animaba a seguir la Verdad y reafirmaba la importancia de una vocación cristiana al matrimonio o la vida religiosa), ni el chaparrón que había hecho que todos estuvieran calados hasta los huesos.
El cardenal Rouco Varela afirmaría momentos después del acto que la lluvia que importa es la de la gracia de Dios, que es la que construye, y no nuestro lucimiento. Y a decir verdad, será esa lluvia, la de la gracia de Dios, su presencia y la oración de Benedicto XVI, respaldada por millón y medio de jóvenes, la que dará frutos de esta visita.
La inesperada tormenta mostró a los jóvenes que la vida no es fácil, que en momentos de profunda alegría pueden aparecer, sin esperarlo, los truenos y centellas de las adversidades, y que es estando firmes y mirando a lo importante como se superan todas estas dificultades.