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Se acerca el verano

Aurelio Molé

Las vacaciones están cerca. De nuevo la obsesión por lucir un cuerpo perfecto, o al menos presentable.
Se acercan las vacaciones. ¿Están preparados para la prueba del traje de baño? Empieza la batalla para reconquistar la línea, y será importante, porque lucir el cuerpo como quien luce un vestido da la idea de cómo percibimos la realidad, de nuestra autoestima. ¿Dónde está la normalidad? Una encuesta realizada en Francia no hace mucho decía que el 45% de los europeos no está satisfecho con su peso. Ganan las mujeres, pues un 51% de ellas quisieran estar más delgadas, mientras que el 39% de los hombres se conforman con parecer más robustos y rudos. Y en cuanto a los que están por debajo de su peso, el 50% de los casos no se percibe como tal, sino que cree estar dentro de la norma. Cuanto más delgados están, más normales se consideran. Entre los factores que favorecen la idea de delgadez está sin duda la imagen de la mujer en las revistas de moda, en la televisión y en la publicidad, que nos inundan de cuerpos jóvenes, hermosos y delgados. Cuerpos imaginarios, que no reales, retocados con técnicas fotográficas digitales y falsificados con el bisturí: modelos que lamentablemente es difícil imitar. ¿A quién no le gustaría estar así? Pero ya se sabe, lo logra una entre mil. Entonces, ¿cómo se puede mejorar la estética y borrar en poco tiempo algunos signos de la edad o del letargo invernal? Después de la cirugía y el bótox, lo último es un estudio del ADN. En el mercado han aparecido algunas cremas contra el envejecimiento que se basan en técnicas innovadoras que “activan” los genes de la juventud propiciando la producción de elastina, una proteína, y de colágeno, una fibra proteíca. Al cabo de una semana deberían notarse los primeros efectos y los treinta mil genes que contiene cada una de nuestras células reanimados por la crema prolongarían la longevidad de la piel. No es todavía el elixir de la eterna juventud, pero le falta poco. Y lo importante es empezar cuanto antes, pues las células empiezan a deteriorarse a partir de los veinte años, aunque sólo se note a partir de los cuarenta.

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