En un mundo convulsionado por una crisis económica que se resiste a ceder, muchos sienten la necesidad de encontrar nuevos paradigmas que permitan una economía sostenible y justa para todos.
Desde hace 20 años, el Movimiento de los Focolares promueve en todo el mundo una propuesta innovadora en el campo económico que Chiara Lubich lanzó desde Brasil: la Economía de Comunión (EdC).
Hasta el momento, unas 700 empresas repartidas por todo el planeta tratan de inspirar su gestión empresarial en este nuevo modelo participativo, que promueve la corresponsabilidad de todos los implicados en el proceso productivo y pone en el centro de su atención a los más desfavorecidos. Lo que en un principio podía parecer una simple declaración de buenas intenciones, ha ido tomando forma en actividades económicas muy distintas y, a pesar de sus humildes dimensiones, ha atraído el interés de estudiosos, políticos y economistas.
Los empresarios que siguen los criterios de la Economía de Comunión no sólo funcionan con la conciencia de ser motores de desarrollo, sino que ponen esa capacidad al servicio de la persona. Sin lugar a dudas, las empresas tienen que producir beneficios –a este respecto nos remitimos a un artículo de Luigino Bruni en las páginas interiores de este número–, pero ante todo, empresarios y trabajadores tienen que fundamentar su relación en una lógica de dar y de compartir. Esta comunión hace posible una economía verdaderamente humana, en la que las partes no se sienten excluidas o infravaloradas.
Para conmemorar el 20º aniversario del nacimiento de la EdC, en el mes de mayo se celebrará en San Pablo (Brasil) un congreso internacional durante el cual se quiere hacer un balance del camino recorrido y en el que se tratará de indicar nuevas vías para dinamizar este gran proyecto teniendo en cuenta los retos de la coyuntura mundial actual.
En su reciente visita a una empresa de la EdC en Dos Hermanas (Sevilla), María Voce, la actual presidenta del Movimiento de los Focolares, puso de relieve la prioridad que las relaciones humanas tienen sobre las ganancias en la visión cristiana de la actividad económica: «Lo más importante no es la economía, es la comunión. La comunión puede establecerse incluso en ausencia de bienes; los bienes llegan como fruto de la comunión».