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Un ramillete de primos hermanos

Julio Márquez

Los neandertales y la familia humana, muchas historias evolutivas paralelas en el pasado del ser humano.
Hace cincuenta mil años, en pleno periodo de las grandes glaciaciones, hacía mucho frío en Siberia, mucho más que hoy, y sin embargo las laderas de los montes Altay, situados en la frontera con Mongolia, estaban relativamente bastante pobladas. Entre los mamuts, los osos de las cavernas y los rinocerontes lanudos se movían grupos de homínidos evolucionados que caminaban en posición erguida. Eran unos cazadores capaces de hacer uso del fuego, así como de dibujar y esculpir símbolos artísticos. Y también solían sepultar a sus muertos. Estos grupos, sin embargo, no eran todos iguales, pues de hecho pertenecían a especies genéticamente parecidas pero distintas. Los neandertales eran los más numerosos y ocupaban esa zona de Siberia desde hacía cientos de miles de años, así como Oriente Próximo y Europa. Acostumbrados al frío, cazaban y sobrevivían en unas condiciones extremas. Pero en los últimos tiempos habían tenido que hacer frente a la llegada de unos rivales, los sapiens, que habían salido de África y en poco tiempo se había extendido por todo el mundo. En la zona de los montes Altay, en la cueva de Denisova, había un tercer grupo, del que por ahora sólo disponemos de los restos de un huesecillo de un dedo: una falange fosilizada. No obstante, los estudiosos han conseguido establecer que ese pequeño hallazgo, descubierto no hace mucho, pertenece a una especie distinta, con una historia evolutiva diferente a la de los otros dos. La ciencia, pues, narra hoy una historia completamente distinta a la que estábamos acostumbrados hasta hace unos años, es decir, que la evolución de hombre había sido lineal: desde los simios hasta un homínido que paulatinamente había empezado a caminar erguido sobre sus piernas, mejorando luego poco a poco hasta el hombre actual. Ahora bien, parece que nuestra historia se parece más a un arbolito con muchas ramas y distintos intentos, de los cuales todos se extinguieron menos uno. Y ¿por qué sólo nosotros hemos sobrevivido, mientras los demás grupos de homínidos desaparecieron? ¿Qué ventajas evolutivas hemos tenido? Este enigma no sólo resulta apasionante para la ciencia, sino que también nos interesa por el grado de humanidad de los neandertales. ¿Podemos decir que eran similares a nosotros, como unos primos nuestros? ¿Qué características ha de tener un ser para poder ser definido como humano? Del tercer grupo no sabemos todavía casi nada, pero de los neandertales ya conocemos bastantes cosas. Recientemente se ha decodificado su perfil genético, distinto del nuestro, y sabemos que tenían un cráneo prognato y unas marcadas formas supraorbitales, una frente baja y proyectada hacia atrás, y un gran cerebro, probablemente distinto del nuestro. Los neandertales se habían asentado en Europa hace quizás unos 600 mil años, luego vivieron la alternancia entre climas glaciales y templados, hasta que de repente desaparecieron hace unos 30 mil años. Hay indicios de que eran capaces de pensamiento simbólico (¿tenían también conciencia de sí mismos?) y habían desarrollado ciertas formas elementales de cultura, en cierto modo similares a la de los sapiens, nuestros directos antecesores. Demasiado parecido... La historia enseña que las especies distintas no pueden compartir durante mucho tiempo el mismo nicho ecológico, es decir, iguales comportamientos, costumbres, dieta y modalidad reproductiva. Uno de los dos, es más, uno de los tres, tenía que sucumbir. Nosotros lo conseguimos, ellos no. Quizás porque teníamos un lenguaje más desarrollado que nos permitía compartir estrategias y pensamiento evolucionado. Quizás porque nuestro cerebro es más “moderno”, más adecuado a unos comportamientos flexibles y capacitado para aprender rápidamente a partir de la experiencia. Quién sabe si algún día lo sabremos. Ahí queda la pregunta, dificilísima de responder, sobre qué es lo que distingue lo humano. Genéticamente está demostrado que los neandertales (así como la tercera especie de homínidos) no son nuestros antepasados. Si acaso primos muy lejanos. Aunque sin duda algún cruce tuvo que haberlo, pues parece ser que una pequeña parte del ADN de los europeos modernos deriva del de ellos. Sea como haya sido, lo cierto es que hoy somos únicos (¿por ahora?) en el universo. Y por lo que respecta a la discusión (¿sin fin?) actualmente en curso sobre qué es lo que nos define como humanos, la propuesta más interesante me parece ésta: una especie de homínidos puede ser considerada como parte de la «familia humana» si, y sólo si, tenía la costumbre de reunirse por la noche entorno al fuego para contar historias o escucharlas gustosamente.



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