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El cristianismo y la fábula del topo

Juan Casal

¿Ya no hace falta la religión? Y el hombre sepultaba a Dios pensando que así se lo quitaba de en medio.
Más allá de toda contraposición ideológica, de todo rechazo y de toda irrisión a que la Iglesia y el cristianismo mismo se ven sometidos hoy, existe un peligro mucho mayor que procede de un mensaje susurrado, o silenciosamente implícito, de la sociedad, de su tiempo y de su ritmo: no hay necesidad de religión, no hay tiempo, ya tenemos demasiados problemas. Es más, la religión es dañina; no sólo es un problema más, sino que crea otros problemas, culpabiliza, obliga, impone, chantajea... De esta mentalidad se derivan, además de las ironías y los insultos, todas las pretensiones últimas del abortismo ideológico y de la manipulación genética, que no pueden siquiera mirarse al espejo sin horrorizarse. Y ni siquiera rozan la hipótesis de que un día tendrán que hacer cuentas, si es que han preferido evitar la misericordia, con la justicia de Dios. En fin, basta de religión; vivamos y muramos como queramos o podamos y ya está: de la nada a la nada sin más problemas. Para entender mejor lo autodestructiva que es esta visión, además de destructiva, me gustaría contar una fábula. Había una vez un topo enorme que provocaba muchísimos daños en un pueblecillo de agricultores: excavaba, destruía, devoraba, arruinaba... Los agricultores trataban de cazarlo, pero el topo era más astuto y siempre se escapaba. Al cabo de unos meses y con gran esfuerzo, por fin lo atraparon, pero estaban tan ciegamente enfurecidos que no lo liquidaron inmediatamente, sino que se reunieron para deliberar: ¡matémoslo!, ¡quemémoslo!, ¡echémoslo a una olla de agua hirviendo!, ¡hagámoslo pedacitos!... Cada cual trataba de proponer la venganza más dolorosa que se le ocurría. Al final, en un último arrebato de rabia, surgió estentórea una propuesta: ¡¡enterradlo vivo!! Bien, pues ésta es exactamente la suerte del cristianismo, la suerte misma de Dios aquí abajo. Los hombres llegan a creer que se lo han quitado de en medio, y así lo desean, porque lo consideran dañino para sí mismos y para los demás (¡razonando altruistamente!), pero cada vez que lo han intentado seriamente, han hecho como con el topo de la fábula, y eso sin tener en cuenta las deficiencias, las traiciones y los antitestimonios de los propios cristianos.

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