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Sibiu, heridas y buena voluntad

Miguel Zanzucchi

En el corazón de Rumanía, la tercera asamblea ecuménica europea mira de cara a los problemas. La no-noticia se vuelve noticia: aún hay quien cree en la unidad plena y visible de la Iglesia.
No toda la organización fue perfecta, pero el “impacto” parecía la metáfora de un ecumenismo que navega precariamente entre escollos siempre nuevos, como si desde fuera y desde dentro de la Iglesia se pusiesen obstáculos a la unidad de los cristianos. Un aspecto que sí funcionó muy bien en Sibiu fueron las relaciones. Y para ello cualquier rincón de la ciudad era bueno: un café, un museo, un banco, un autobús... El distintivo azul de la EEA3 abría el corazón y la mente de los suecos y alemanes, y no sólo de los españoles e italianos. Era un ecumenismo espiritual, o del pueblo, o de la vida, o del amor; llamémoslo como queramos, el caso es que se veía en qué consiste la concreción ecuménica. En esta ciudad se nota la herencia de dos divisiones, incluso tres. Se nota la separación de las Iglesias, un secular bagaje de incomprensiones y excomuniones mutuas, y se nota la fractura política que dividió Europa entre comunismo y democracia liberal. Pero también se nota una fractura más reciente: una Europa esclava de todos los relativismos. Ardua empresa la de superar semejantes fracturas, pero eso fue lo que se propusieron los 2.300 delegados (y 600 periodistas), “la plena y visible unidad de la Iglesia”, según reza una fórmula abstrusa pero teológicamente exacta. Y Sibiu es un lugar ecuménico por naturaleza, pues en su Plaza Mayor observas las iglesias ortodoxa, evangélica, católica y reformada, como recordando que aquí nadie tiene el monopolio del cristianismo. En esta ciudad, la más multiétnica de Rumanía (rumanos, húngaros, gitanos, alemanes) no se ve el gris post-comunista, ya que ha sido la capital de la cultura europea 2007 y ha sabido maquillarse bien, y hasta con un toque de clase. Stefan Tobler, que es suizo y enseña en la facultad de teología evangélica de Sibiu, dice: «Es importante que parta desde aquí una señal de una nueva atmósfera ecuménica. Varios elementos han desanimado a los que tanto se han empeñado en el diálogo, y las Iglesias han preferido replegarse a sus trincheras. Ahora se requiere una fuerte expresión de esperanza, en la que se palpe el soplo del Espíritu Santo. Y quizás Sibiu sea el lugar adecuado, porque aquí el ecumenismo es real». ¿Cómo dialogar cuando los problemas son evidentes? En una conferencia de prensa, tres tenores de un cristianismo dialogante: el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos; el obispo Wolfgang Huber, presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania, y el metropolita Kirill, presidente del Departamento de Relaciones Externas del Patriarcado de Moscú. No soslayan los problemas. Dice el obispo: «El reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ratifica que sólo la Iglesia católica es plenamente Iglesia, mientras que las Iglesias de la Reforma son meras “comunidades eclesiales”) representa un paso atrás en el camino ecuménico». Rebate el cardenal: «Hoy la Iglesia tiene que definirse para mantener un buen diálogo ecuménico, y el documento es un ensayo en esa dirección. Lamentablemente la fórmula es poco feliz y ha ofendido a unos cuantos». Por su parte, el metropolita traslada la crítica a las Iglesias de la Reforma a posiciones éticas sobre la pareja, la homosexualidad o la bioética, que son muy distintas de las ortodoxas: «Es inútil hablar de ecumenismo si no logramos tener bases morales comunes. Hay que trabajar en esto».

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