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DIÁLOGOS: Un abanico desplegado

B. Aceitero, Z. Fernández y A. Velasco

En estas páginas dedicadas a conmemorar los 50 años de los Focolares en España no podemos pasar por alto la razón de ser de este movimiento. Alguien lo ha calificado de “diálogo a 360 grados” porque abarca todos los frentes.
En cierta ocasión le preguntaron a Chiara Lubich si el Movimiento de los Focolares estaba destinado a trabajar por el ecumenismo, y ella respondió: «El ecumenismo no estaba planeado en nuestro movimiento. Éste se fue desarrollando en su totalidad según un programa que nosotros no conocíamos y que, evidentemente, era y es fruto del impulso del Espíritu Santo. Fueron las circunstancias las que nos llevaron a darnos cuenta de que la nueva espiritualidad naciente, el nuevo carisma que Dios daba a la Iglesia, era un carisma que podía y debía servir a toda la Iglesia, a todas las Iglesias, a toda la humanidad» (1). Como consecuencia de llevar a la práctica la espiritualidad de la unidad (“Ut omnes unum sint”), el Movimiento de los Focolares, profundamente arraigado en la Iglesia católica, se ha ido abriendo progresivamente a las demás confesiones cristianas, se ha difundido en varias Iglesias y comunidades eclesiales, ha entablado amistad con creyentes de otras religiones y, como promotor de valores humanos y sociales, personas de distintas orientaciones culturales comparten su espíritu y quieren contribuir a realizar sus objetivos. Cada persona, por el hecho de serlo, es candidata a la unidad, es objeto de nuestro amor, es blanco de nuestro servicio, es interlocutor de todo diálogo. Ante nosotros se abre un diálogo en forma de abanico a cuatro bandas: con los distintos movimientos y carismas de la Iglesia católica, con las distintas Iglesias y comunidades eclesiales, con fieles de las grandes religiones, con personas de convicciones no religiosas. Ésta es la trayectoria de las relaciones que todo el Movimiento establece con las personas con quienes convive, que luego en cada lugar tiene una concreción distinta. El diálogo abierto y sincero es objetivo intrínseco en la vida de los miembros de los Focolares. Podemos establecer unos puntos de partida de cada uno de los diálogos citados. En mayo de 1998, Juan Pablo II convocó a todo el laicado católico en la plaza de San Pedro para explicitar el espíritu de comunión entre todos los miembros de la Iglesia católica. Allí Chiara Lubich, ante el Santo Padre y todos los Movimientos presentes, se comprometió a emprender una acción por la más plena comunión entre los Movimientos eclesiales que aglutinan a una parte importante del laicado católico. A raíz de aquel encuentro también en España hemos emprendido acciones conjuntas con los demás Movimientos, tratando de participar unos en los acontecimientos de los otros y en actividades al servicio de la Iglesia.

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