«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada». (Jn 15, 5)
¿Te imaginas un sarmiento separado de la vid? No tiene porvenir ni esperanza alguna, no tiene vitalidad y sólo le queda secarse y ser quemado. Piensa en la muerte espiritual a la que estás destinado, como cristiano, si no permaneces unido a Cristo. ¡Da miedo! Es la esterilidad completa, aunque estés ocupado de la mañana a la noche, aunque creas que eres útil a la humanidad, aunque los amigos te alaben, aunque aumenten tus riquezas, aunque te sacrifiques mucho. Puede que todo esto tenga sentido para ti aquí en la tierra, pero no tiene ningún significado para Cristo y para la eternidad. Y es ésa la vida que más importa.
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada».