Con frecuencia vemos y oímos que el periodismo actual está en decadencia.
Advertimos una grave falta de valores éticos y deontológicos. Rumores, chascarrillos, espionajes, corruptelas, manipulaciones y tráfico de intereses copan portadas y tertulias. Paralelamente, en las aulas se respira un aire de desencanto que hace temblar, si no derrumbarse, la vocación que, si acaso, sintieron un día los alumnos de periodismo.
Pese a que el escenario general es aciago, hay motivos para continuar creyendo en esta «difícil y fascinante vocación», en palabras de Juan Pablo II. Precisamente los jóvenes comunicadores de la Fundación Crónica Blanca son vivo ejemplo de ello. En el XI aniversario de la creación de Crónica Blanca, el pasado 2 de abril tuvo lugar la segunda entrega del Premio Juan Pablo II de esta fundación. El galardonado: Juan Pablo Colmenarejo. Manuel Mª Bru, presidente de la fundación, destacaba que «como Javi Nieves, que recibió este premio el año pasado, Juan Pablo siempre, pero ahora en sus “Noticias Mediodía” de Onda Cero, día a día, informa y ofrece claves de lectura de esa información a sus oyentes, con las cualidades propias no sólo de un buen periodista, sino además, de un periodista cuya visión del mundo, de la dignidad del ser humano, y de su propia responsabilidad en la formación de la opinión pública es típica de esa libertad del cristiano».
¿Y cuáles son esas cualidades? El Nuncio de Su Santidad en España, mons. Manuel Monteiro de Castro, que presidió el acto, sintetizó el deber ser del comunicador según Juan Pablo II: «El periodista, servidor de la comunidad, de la verdad, del bienestar, de la paz, militante de la dignidad y libertad humana (…) Los cristianos están llamados a participar en los medios de comunicación para proporcionar mensajes e información a la altura de la dignidad del hombre».
Es posible. Juan Pablo Colmenarejo dio testimonio de ello: «Es más fácil crear opinión relatando los hechos que calificándolos. Se puede hacer una crítica al poder político sin tener que insultarlo», afirmaba en su discurso. «El periodismo no es perseguir a un famoso en un coche, pero sí, por ejemplo, contar que cada vez los niños entienden menos lo que leen. Es decir la verdad y decirlo bien, pero sobre todo, hablar de lo cotidiano como ejercicio solidario, ya que casi nunca hablamos de la vida misma, pero sí de las grandes reuniones».