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Las relaciones abren siempre puertas nuevas

Lucía Pérez Miranda, Álvaro Pacheco, Marta Aguado

Explorar, caminar, no conformarse... aunque implique alguna herida, comporta siempre nuevos descubrimientos y riquezas que hacen más verdadera y plena la existencia.  


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DAR VALOR, AGRADECER POR LO QUE VIVES
Lucía: Por la noticia reciente del fallecimiento de un chico joven me he dado cuenta de lo importante que es valorar: dar valor a la persona que soy, en quien me he convertido, a los valores que transmito y enseño, en especial a los pequeños, empzando por el círculo de mis primos pequeños. Valorar que soy quien soy gracias a mis padres, a mi familia en general y, en parte, a esos amigos reales que se cuentan con una mano. Valorar que tengo amigos con quienes puedo ser mi verdadera yo y tengo mil risas aseguradas. Valorar lo que tengo, todo lo material y también un cole que me va ayudando desde muy pequeña a comprender cuál debe ser mi comportamiento y cómo funciona el mundo. Y sobre todo valorar que estamos vivos, que tenemos una vida que aprovechar; dar gracias por tantos momentos vividos (como yo diría de mi peli favorita Del revés, de Disney Pixar), esos recuerdos que permanecen en las bolas (alegría, tristeza, miedo, etc) y que forman las distintas islas que me identifican. Agradecer porque todo pasa muy rápido y, si no lo haces hoy, mañana puede que sea tarde. Aparte de que siempre hay algo vivido por lo que dar gracias a la vida, esperando con entusiasmo las nuevas oportunidades que se te pondrán por delante e intentando afrontar los imprevistos que siempre ocurren. 
Tenemos que vivir por los que ya no están, experimentar la emoción de sentir cosas, y esto no tiene que darnos miedo porque se aprende de los errores. Sentir no es una equivocación porque debemos tener más corazón que orgullo. No sobrevivas en tu día a día, siéntete vivo y si algo no te deja avanzar suéltalo, pero si sales de la vida de alguien cierra la puerta con cariño, porque vivir con rencor es como convivir con el veneno, y no es bueno. Se nos va la vida deseando otra, deseando ser X persona o tener X cosas, pero al final nadie sale vivo de ella. Encuentra la paz sin evitar la vida y rodéate de gente que haga que te sientas en paz. No te aferres al pasado, ni vivas arrepintiéndote por aquello que hiciste mal; lo que pasó tenía que pasar para vivir este presente. 
Por último, lo más importante, la perspectiva: el sentido con el que tomas el rumbo de tu vida. Creo que lo mejor es tomar la perspectiva hacia el amor. Habrá días en que estés más cerca, otros en los que ni de lejos verás el amor, porque está tapado por otras emociones, como la ira. Y el amor se trabaja haciendo a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti y amando al prójimo por encima de todo. 
 
AMOR DE DIOS, LA MEJOR BAZA
Álvaro: Tiene sentido hablar del amor cuando lo ponemos a prueba y lo experimentamos, ¿no? ¿Sabéis qué es lo más bonito del amor? Que todo lo que tiene que ver con ello viene del mismo lugar. El amor que nace, el amor que muere, el amor que reconforta, el amor que duele. Todo el amor viene del mismo ser, de la misma persona. El amor es de DIOS.
Hace unas semanas me comprometí con mis compañeros de la Uni en un voluntariado donde me di cuenta de varias cosas muy interesantes e importantes para mí, pero hoy solo me voy a centrar en una de ellas que va relacionada con el tema del amor. Este voluntariado consiste en acompañar a indigentes que viven en la calle. Para mí está siendo una experiencia preciosa porque pude experimentar de muchas maneras este amor de Dios. Por un lado, me di cuenta de cuánto me dolía ver a estas personas, ese es el amor que duele. Dar, aunque te duela. Otra cosa que me impresionó fue la identidad que tenían. Cuando te ves en una situación abrumadora, lo normal es que pierdas lo que te inquieta, lo que te gusta, pero a estas personas no les pasaba para nada esto. Tenían sueños, hobbies, eran como cualquiera de nosotros. Tenían un para qué, y no habían perdido su humanidad a pesar de todo. No habían perdido su ser, su identidad.
Personalmente pienso que esto se debe a este amor tan grande que sobrepasa barreras que pensabas que no se podían superar. ¿Igual esta es la mejor baza que tenemos en esta vida? ¿Igual en esto consistimos, en ser portadores del amor de Dios? ¿Igual nuestra misión de fraternidad/unidad tiene una connotación más especial que cualquier otra? Esta última pregunta es la más interesante, pero todavía tengo que reflexionar acerca de ello. Lo único que tengo claro de momento es que estamos hechos para llevar este amor de Dios que va y viene y que no pasa indiferente por nadie.
 
DIALOGAR PARA PERSEGUIR LA VERDAD
Marta: Qué difícil es conocer la verdad hoy en día. Nunca antes ha habido tantas fuentes de información y, sin embargo, cada vez es más complicado encontrar la verdad en su integridad, sin reducciones ni polarizaciones; si bien es cierto que el hecho de tener tantas opciones posibilita el contrastar y nos obliga a ejercitar nuestro espíritu crítico para llegar a esa verdad que tanto anhelamos. «La verdad que tanto anhelamos». Y, si es así, ¿por qué se nos dificulta tanto el conocerla? Es triste que en el siglo XXI choquemos con este límite, pero creo que, como todo en la vida, tiene una parte positiva; creo que, precisamente por requerir tanto esfuerzo por nuestra parte, el anhelo por ella es cada vez mayor. Qué inquietud tan bonita, tan pura; y a la vez, qué responsabilidad tan grande.
En este proceso de perseguir la verdad vamos construyendo y desarrollando nuestras opiniones. Diferentes, únicas. Cada una con un valor muy grande, que a veces, por ser diferentes a la mía, nos olvidamos de reconocerlas. Esto provoca que no lleguemos a apreciar la riqueza de la diversidad. Nos perdemos mucho. Por ello, creo que es muy importante aprender a dialogar de verdad, desde el respeto y dejando de lado nuestra opinión para acoger la del otro sin prejuicio alguno.
Precisamente, en el puente de octubre, del 11 al 15, unos 80 jóvenes de los Focolares, de muchas partes de España, hemos tenido nuestro encuentro anual. El lema: «Nacidos para hablar». Hemos tenido tiempo y espacios para profundizar en el tema del diálogo, tan necesario hoy en día. Hemos realizado un proceso para ahondar en él desde todos los ámbitos: diálogo interior, diálogo con otras iglesias cristianas, con otras religiones, con personas de convicciones diversas…, incluso con la sociedad. Fue muy interesante aprender tanto; me gustó, sobretodo, aprender sobre cómo llevar a cabo un diálogo profundo, verdadero, desde el carisma de la unidad, vaciándonos temporalmente de nuestras propias ideas para acoger las del otro, para entender su punto de vista, poniéndonos en su lugar y valorando inmensamente a la otra persona.
Y lo mejor fue, sin duda, ponerlo después en práctica entre nosotros. Hubo muchos espacios de diálogo, guiados por todo lo aprendido, y fueron un verdadero regalo. El diálogo abre una puerta de comunicación con el otro, permite comprenderse, hacerse uno. El diálogo va más allá de cualquier barrera: edad, ciudad, país, religión… En estos momentos tan preciados es cuando me doy cuenta de que la diversidad es realmente una riqueza y de que el otro, no importa de dónde venga ni cómo piense, es un regalo. Qué bendición haber podido vivir y experimentar la fuerza del diálogo y la potencia de una unidad radicada en el amor.
 




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