Esta Palabra de la Escritura es una oración. Los salmos reflejan la experiencia religiosa individual y colectiva del pueblo de Israel en su historia y sus vicisitudes. La oración hecha poesía se eleva al Señor como lamento, súplica, acción de gracias y alabanza: toda una variedad de sentimientos y actitudes con los que expresar nuestra relación con el Dios vivo.
En el salmo 145 el salmista exalta la grandeza de Dios basándose en su experiencia personal: «Grande es el Señor, muy digno de alabanza» (v. 3); magnifica su bondad y la universalidad de su amor: «Bueno es el Señor para con todos, tierno con todas sus criaturas» (v. 9); reconoce su fidelidad: «Fiel es el Señor en todo lo que dice» (v. 13b), e incluso abraza a todos los seres vivos en un canto cósmico: «Que bendigan los vivientes su nombre sacrosanto, para siempre jamás» (v. 21).
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