En la localidad donde vivo, Aljucer, una pedanía de Murcia, soy miembro de varias asociaciones, entre ellas ACLF y El Legado del Agua. Una finalidad de estas asociaciones es promover encuentros y espacios con el fin de fomentar la fraternidad entre las personas y poner en valor el patrimonio hidráulico que posee Aljucer con sus acequias y su sistema de riego tradicional.

A principio de curso, en la reunión de las Asociaciones de Aljucer, con mi competencia de maestra (ya jubilada), propuse una actividad para llevarla a cabo con los alumnos del Colegio Sánchez Matas con el fin de que conocieran mejor el entorno en el que se encuentra el colegio. El colegio está en un núcleo de población de Aljucer (Murcia) llamado Salabosque, y en su mayoría los alumnos no son vecinos de la zona; son inmigrantes, sobre todo marroquíes y gitanos, que reciben ayuda de Caritas. En total los alumnos de primaria son unos cuarenta.

Finalmente me comunicaron que la actividad la podríamos realizar el lunes 8 de mayo. La semana anterior quise cerciorarme de cómo estaba todo y fui a ver el recorrido. Me llevé una sorpresa al ver que, muy cerca de la ruta que pensaba hacer con los alumnos, un vecino ya jubilado estaba cultivando un parcela de terreno en donde había plantado hortalizas (tomates, pimientos, berenjenas, calabacines...), así que decidí incluir en la actividad una visita al huerto de este vecino.

El colegio había planteado la actividad como conocimiento del entorno, por tanto, lo primero que visitamos fue la Ermita de Torre Poyo, que perteneció a los Señores de Poyo desde la adjudicación de tierras tras la conquista de Murcia por Alfonso X El Sabio. Hoy esta ermita la cuidan las vecinas del lugar, que se encargan de poner flores durante todo el año. Una de ellas, Lidia, se ocupa en abrir y cerrar la puerta, y en esta ocasión se quedó con nosotros durante todo el rato. Una vez dentro de la ermita, expliqué a los alumnos la historia, la imágenes de la ermita, la decoración, así como los ornamentos que usa un sacerdote a lo largo del año litúrgico, ya que allí se celebra misa todos los domingos.

Nos despedimos agradecidos de Lidia y nos fuimos a ver la Acequia de Alguazas, que da riego a todos los huertos del entorno del colegio. Nos detuvimos viendo el sistema por el cual el agua llega desde la acequia a los brazales que permiten el riego de los huertos. Y para ver los beneficios, nos acercamos al huerto donde el vecino cultiva sus hortalizas.

El director del colegio me aseguró que la actividad había resultado muy interesante instructiva, tanto para los alumnos como para los profesores. La finalidad era acercar a los niños a su entorno haciéndoles ver la importancia que tiene el agua y cómo su buen uso produce vida, y por ello es un bien que no debemos malgastar. Una sorpresa para ellos fue conocer la ermita que, aún estando tan cerca de su colegio, no sabían ni que existía. Como conclusión, les regale, para que quede en la biblioteca del centro, un libro sobre la historia de la Torre Poyo y un mapa de la red de acequias de Aljucer.

Es una sencilla iniciativa, pero estas pequeñas cosas son la urdimbre del tejido de fraternidad que a lo largo del año las asociaciones tratamos de elaborar para ayudarnos unas a otras y así crear una red de colaboración entre todos.