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Si quieres rezar, ama al prójimo

Chiara Lubich


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La verdadera oración, en el sentido de más importante, esa de la que hablan los santos, a veces es simplemente una mirada a Jesús en el sagrario, una mirada de entendimiento. 
Lo que nos constituye es ser el tú de Dios, poder hablar con Dios. Si un hombre no habla con Dios no se realiza como persona. Por eso hablan así los santos. Santa Teresa de Ávila, que tenía el carisma de la oración, decía: basta un momento, un pensamiento, un recuerdo, saber que, si estamos en gracia, Dios está dentro de nosotros, por lo tanto, dirigirle el pensamiento, ofrecerle: «Por ti, hago todo por ti».
Pero somos de carne y hueso y necesitamos algo que se toque. Por eso está bien algo que se advierta por los sentidos, el oído, por ejemplo. Y si no sabes ninguna oración y conoces a personas en las que confías, que te enseñen alguna bonita. Por ejemplo, el Avemaría, el Padrenuestro, el Gloria, el Credo, algo. Y busca un momento para rezar.
Después, si quieres llegar a experimentar la unión con Dios, sentirla con los sentidos del alma, entonces hay un solo camino: amar a los hermanos. Mientras más se ama al hermano, más se logra la unión con Dios, Dios se deja sentir más. Recuerdo que, cuándo éramos jóvenes, todo el día pensábamos en el hermano, en los pobres para llevarles algo, y también el no pobre, porque todos tienen problemas. Por la noche, cuando nos reuníamos para rezar, sentíamos que había algo, algo dulcísimo, algo bellísimo. Era Dios que se manifestaba. Así como una planta cuanto más hunde sus raíces, más eleva el tallo, así es el alma: mientras más ahonda su amor por los prójimos, más crece su unión con Dios, y la sientes, la sientes.
El teólogo Rahner dice que el cristianismo del tercer milenio no tendrá sentido si el cristiano no es un místico. El místico no solo vive un cristianismo externo, el místico es alguien que siente la unión con Dios. Por eso, aun en contacto con todas las cosas concretas, no se deja ofuscar demasiado, porque la unión con Dios es infinitamente más dulce, más hermosa, más tierna, más… 
Mi consejo es este: si quieres rezar, ama al prójimo, y después agrégale lo que te he dicho. 
 
(Extracto de la respuesta a una pregunta en un encuentro en Castel Gandolfo, Roma, el 10 de febrero de 2002).




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