Juan Pablo II fue el primer Papa en orar en una mezquita. Corría el año 2001 y para el mundo fue un ejemplo –claro, importante– de diálogo entre religiones. Para mí fue mucho más. Fue un acto de ecumenética, un nuevo concepto que he creado para intentar definir la «energía vital» (palabras de Edith Stein) que tiene que estar a la base del diálogo entre religiones diferentes, para que este diálogo sea más puro y eficaz. Empezando por el diálogo entre cristianos.
A la ecumenética le basta un espacio, un tiempo y personas espirituales, místicas, ya sea de la misma religión que de una distinta. Se lleva a cabo disfrutando plenamente de la conciencia de sentir al otro en comunidad que es diferente a mí. Es un entrar en contacto con la experiencia mística de lo divino. Por ello, la ecumenética puede ayudar al ecumenismo a depurarse de algunos de sus defectos intrínsecos, hacer que funcione mejor, ser un potente antivirus.
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