En el intento de anticiparse, dejo al lector que valore el hecho de que, en la balanza de lo que haya dado de sí Glasgow, los observadores aprecien un peso relevante a que se haya celebrado en el contexto de la pandemia, lo que también ha servido para justificar ausencias presenciales.
Sí parece advertirse que el pesimismo general sobre el futuro de nuestro hábitat, reforzado por la acumulación de signos dramáticos a nuestro alrededor, ha provocado, aún dentro de la grandilocuencia levemente consistente que caracteriza las iniciativas de la ONU, una cierta reacción en debates y conclusiones hacia lograr compromisos generalizables y la concreción de objetivos menos etéreos, a pesar de que en esa búsqueda pueda advertirse el «cuán largo me lo fiais».
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