Una persona normal, sencilla, afable... Casado con Conchita, tienen cuatro hijos y una nieta. De profesión administrativo contable, le gusta la lectura y ha publicado trabajos en prensa y revistas, pero sobre todo le atrae la poesía. Les presento a Paco Hernández
En su infancia aprendió a conocer y amar a Jesús. Siendo niño todavía, en cierta ocasión le dio a un sacerdote un papel en el que había escrito: «Quiero ser santo». En torno a los quince años, un día vio a un afilador ambulante acompañado de un hijo suyo de 6 ó 7 años. A Paco se le enternece el corazón y propone al afilador llevarse al chaval a su casa para darle vestido, un hogar y estudios. Al hombre la idea le pareció razonable y, con la anuencia del niño, se lo llevó a casa, como un miembro más de la familia. La experiencia duró una semana, porque el padre afilador «no podía pasar sin él».