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Una comunidad abierta a todas las edades

María Jesús Aranda

Reavivar las relaciones en tiempo de pandemia.


Llegó septiembre, empezó el curso, empezaron los horarios, el colegio… pero un poco antes de volver a la rutina, durante el primer fin de semana se celebró una Mariápolis en Las Matas (Madrid). Debido a las restricciones sanitarias, solo pudo participar casi un centenar de personas. Alguien me ha comentado: «ha sido sorprendente», así que me han vendido ganas de conocer porqué había sido así y contároslo. Pensé: habrá habido una comisión de adultos que ha trabajado mucho y lo ha conseguido. Pero me equivoqué. Os cuento. La comunidad de amigos focolares que vive en las poblaciones cercanas a este barrio de Las Rozas se dieron cuenta de que querían reavivar las relaciones entre ellos, pues con la pandemia se estaban viendo menos. Entonces pensaron en preparar una Mariápolis e invitar a sus amigos mas cercanos y de los alrededores. Pero ¿podemos hacerla, tenemos fuerzas? Lo primero fue hablarlo entre todos, valorar las necesidades y los esfuerzos. Con toda libertad cada uno dio su respuesta y decidieron preparar la Mariápolis 2021.
«Desde el principio sentimos la necesidad de escucharnos a fondo unos a otros», comenta Charo. No importaba la edad, al contrario, la juventud aportaba espontaneidad y los adultos experiencia. Así se fueron repartiendo tareas que entre todos iban revisando, pero con la confianza puesta en la responsabilidad que cada uno tenía. Y en lo que todos estaban de acuerdo era que la implicación de los jóvenes tenía un papel fundamental. Y así fueron trabajando codo a codo (o mejor, pantalla a pantalla, móvil a móvil) y dando forma a una Mariápolis ágil, participativa y original. 
 
De esta manera se va fraguando la Mariápolis y se desarrolla en una sala todos juntos, como una familia donde están desde el pequeño hasta el anciano. Los talleres, los grupos, la gymkana, la fiesta, la excursión…, todo estaba organizado para que la convivencia fuera intergeneracional. Fue bonito ver al más veterano rotular con una preciosa letra los nombres de los árboles en los carteles de madera reciclada, y cómo se los iban dictando los más jóvenes que habían encontrado la información en el móvil (herramienta que no sueltan de las manos). La presencia de los jóvenes que unas semanas antes habían hecho el Camino de Santiago entusiasmó a todos por la familiaridad y cariño que transmitían.

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