El cambio de rumbo que exige la crisis ambiental es el desafío actual más importante de la humanidad. Hay razones para afrontarlo con esperanza, si cambiamos la conciencia de crisis en responsabilidad y compromiso activo. En Occidente el concepto de desarrollo se basa en un sistema económico que, además de un importante déficit de justicia social, excede los límites biofísicos del planeta, explotando la naturaleza de forma insostenible. La crisis climática es grave y percibimos sus consecuencias de forma directa, pero nuestra respuesta personal y colectiva es aún muy insuficiente.
Hay razón para la esperanza. La pandemia, junto al inmenso dolor, nos hace experimentar fragilidad, vulnerabilidad y nos da una lección de humildad, haciéndonos caer en la cuenta de la densa red de relaciones de la que formamos parte. La pandemia nos pone frente a lo esencial y nos hace experimentar algo que en otras latitudes es injusta normalidad, pues la crisis ambiental ligada a nuestro sistema socioeconómico se manifiesta en mayor medida fuera de nuestro entorno en forma de pandemias, hambre y pobreza, sobreexplotación de los recursos, deslocalización de la producción, acumulación de residuos… La pandemia nos ha demostrado que somos capaces, individual y colectivamente, de modificar hábitos que creíamos esenciales. ¡Vivamos en clave de oportunidad esta situación y no volvamos a la normalidad: transformemos nuestro comportamiento individual e impliquémonos en cambiar de rumbo para generar un planeta más sostenible, fraterno y justo!
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