Una de las tres palabras que según Chiara Lubich pueden definir –por así decir– a Dios es «bello». Su espiritualidad está salpicada de tal convicción. Así comentaba la palabra que la resume durante la lectura de unas páginas que había escrito en el verano de 1949: «La unidad es algo más que amar al prójimo como a sí mismo: la unidad es amarse mutuamente dispuestos a morir el uno por el otro; la unidad, fruto del amor recíproco, es armonía, es belleza». El texto que sigue, sobre La Piedad de Miguel Ángel, colocada en la Basílica de San Pedro, sintetiza maravillosamente su visión de la belleza.
«El arte es saber transmitir en una pintura, en una escultura, en una arquitectura, en una música… algo de aquello que en el alma no muere. Una obra de arte se vuelve eterna gracias a ese “algo” que, aunque pasen los años, las modas, los métodos, aunque progrese la técnica, aunque se multipliquen los descubrimientos, hace que esa obra permanezca porque lleva una huella inmortal, divina.
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