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articulo

El misterio del ser (2)

Pascual Foresi

Dios-Amor y conocimiento de tipo colectivo: pistas para la reflexión desde el carisma de la unidad.
La revelación de Dios uno y trino está íntimamente vinculada a otra revelación: Dios –el Ser– es Amor (cf. 1 Jn 4, 8.16). Con esta asombrosa afirmación, Juan, el teólogo de la luz y del ágape, quiere transmitirnos la plenitud del ser de Dios. En su acepción de ágape, que es la del evangelista, el amor no es un concepto moral, sino metafísico. Indica el ser que es cuando se dona, no un atributo del ser. Se refiere, pues, al amor en cuanto naturaleza de Dios y no, simplemente, a una actitud de benevolencia. De esta manera, el ser se deja intuir en su continuo dinamismo, que en Dios está exento de toda imperfección. Ahora bien, dado que el ser es amor, el “acto de ser” en el que se realiza es necesariamente “acto de amor”, don infinito de sí. La ley de la identidad, que lo define, se convierte entonces en ley del amor, que impulsa al ser a abrirse a “otro”, en el cual se reencuentra. Por consiguiente, no se trata de “identidad” absoluta del ser ni de “oposición” absoluta, sino de identidad que se opone a sí misma sin negarse, porque es capacidad de relación. Una identidad, pues, que al admitir la “oposición en la relación”, es ella misma en la diferencia con el otro, en la cual se realiza en comunión. Por lo tanto, podemos decir que el Padre existe en el Hijo, el Hijo en el Padre y ambos en el Espíritu, así como el Espíritu existe en los dos. Sin confundirse, viven el Uno en el Otro en virtud del amor eterno que los hace ser uno, de manera que lo que originariamente los distingue se convierte en lo que los une eternamente.

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