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articulo

Instituto Universitario Sophia: Una aventura de pensamiento y vida

Giulio Meazzini

Del carisma de la unidad nace un tipo de universidad que se basa en la interdisciplinariedad y en la sabiduría.
Las colinas toscanas y unas casitas agrupadas en medio del campo nos dicen que estamos en Loppiano, cerca de Florencia. El campus universitario, bien diseñado y cuidado, que incluye apartamentos para los alumnos, está completamente integrado en esta ciudadela que desde 1964 alberga a una comunidad de los Focolares. Aquí viven y trabajan unas 900 personas. Formación integral El último fruto del carisma de la unidad de Chiara Lubich es un instituto universitario que se propone llevar a cabo sus investigaciones a partir de una razón abierta al problema de la verdad con el fin de redescubrir la unidad que conecta los distintos campos del saber. Justine es del Congo: «He estudiado tres años de Filosofía, pero sólo aquí en Loppiano he encontrado lo que buscaba: profesores y alumnos que buscan la verdad juntos». Sara, que es italiana, no sale de su asombro por lo que está viviendo: «Para mí, como para todos los demás, éste es un período de deconstrucción: se me caen los esquemas mentales y lógicos de siempre, pero no los pierdo, porque están integrados en la nueva reconstrucción. Aquí la vida y la cultura caminan juntos». Esto mismo nos lo confirma Judy Povilus, la subdirectora del Instituto: «Doy clases de desarrollo del pensamiento lógico desde una perspectiva histórica, pero que desemboca en una nueva forma de ver la lógica basada en la relación. Esta mañana, un alumno comentaba que el hecho de abordar distintas disciplinas de forma unitaria le ayudan a formarse como persona íntegra. ¡Hace sólo unas semanas que empezamos las clases y ya estamos a este nivel!». Repaso la lista de los alumnos. Proceden de Canadá, Argentina, España, Corea, Francia, Filipinas, Brasil, Holanda, Italia, Colombia…; y la preparación académica que tienen es de lo más variada. Entre los jóvenes que pasan por el vestíbulo con su inevitable ordenador portátil está Elizabeth (22 años, Bélgica): «Anoche durante la cena estuvimos discutiendo sobre el feminismo. Teníamos ideas distintas y cada cual trataba de explicar a los demás lo que significa en su cultura. Buscamos un punto en común, pero no lo encontramos y al final casi reñimos. Esta mañana, durante el momento de verificación que tenemos establecido, hemos vuelto a hablar de ello para aprender a aceptar nuestras diferencias». En Sophia, esos momentos son característicos. Sobre todo tienen lugar durante una hora de clase especial en la que, a partir de la reflexión sobre la primera carta de san Juan, se produce un intercambio espontáneo; se comprueba si se mantiene el equilibrio entre la vida, el estudio y la dimensión interior; se comparten las dificultades; se buscan métodos para superar la fragmentación, no sólo en los campos del saber, las disciplinas y el programa del día, sino de la persona misma. «El resultado –nos explica Antonio Coccoluto, secretario general– es un hervidero de ideas, crisis y propuestas; un enriquecimiento recíproco. Es una especie de incubadora cultural que permite que luego en clase se produzca un intercambio rico, espontáneo y desestructurado, que sobrepasa las diferencias de cultura y de idioma». Anna Pelli, profesora de filosofía, está asombrada por la manera en que «las distintas disciplinas convergen poco a poco entre sí». Trayecto transversal Antes de ser admitidos, todos los alumnos tienen que hacer una entrevista en la que se valora su currículum –es preciso haber cursado una carrera de tres años en cualquier campo– y sus motivaciones. Rodrigo, un brasileño de 25 años, es psicólogo: «He venido aquí porque en Sophia la aproximación al estudio de la filosofía y de las ciencias es insólito. De hecho, la cultura de la unidad es lo que no he encontrado nunca en las universidades donde he estudiado». Thanh Luyen, una vietnamita de Ho Chi Min City, estudia intermediación cultural de empresa en Perusa a la vez que asiste a las clases de Sophia. «Es duro, pero estoy satisfecha, aunque mis parientes creen que estoy loca. De hecho, la cultura de mi país está muy lejos de la occidental; y para ellos, a una chica que estudie filosofía o teología le falta un tornillo. Quiero llevar a Vietnam lo que aprendo aquí para ayudar a mejorar mi país». Ir a Loppiano para hacer un máster de dos años no es fácil; puede significar irse a otro país y completar los estudios de una manera distinta a la normal, “perder” un tiempo muy valioso en un mundo frenético que favorece la especialización. En cambio, el currículo de Sophia es transversal por definición. Las asignaturas obligatorias se agrupan en las áreas de filosofía, teología, ciencias sociales y ciencias puras. Además están las materias optativas, los seminarios y un curso introductorio de “Metodología y trayectoria de la cultura de la unidad”. Antonio María Baggio, profesor de ética, explica esta orientación innovadora: «Las antiguas universidades se caracterizaban por la convivencia entre profesores y alumnos. Aquí en Sophia esto se recupera a la vez que se añaden los avances de la época moderna, es decir, igualdad y valorización de la persona. El estudio de lo que se ha dicho hasta ahora en un determinado campo se completa con una gran participación existencial y profesional que enriquece los contenidos. Por ejemplo, las definiciones fundamentales de la ética no se dan ni se reciben de forma pasiva, sino que las formulamos juntos. Una vez que los alumnos han recibido la visión de las cosas que dan los profesores, ellos las reelaboran por sí solos y traen a clase su visión propia. De esta manera se genera una estructura abierta del saber que no había experimentado todavía en los veinte años que llevo en la profesión». El Instituto se financia con las tasas que pagan los alumnos y con las aportaciones de individuos e instituciones que colaboran en el proyecto. Como expresión que es de los Focolares, Sophia está abierto a todos. Entre los numerosos alumnos que no proceden de las filas del Movimiento hay dos religiosos, un dehoniano y un monje coreano, y Carlos, un mejicano de 25 años que dice: «Me licencié en derecho y durante dos años he sido director del sindicato de empresarios de Puebla. Luego decidí venirme aquí, y le he dado la espalda a una carrera profesional para orientarme a otra cosa. El mundo se está derrumbando y creo que la respuesta a eso es la unidad. Me parece que en Sophia se está buscando la unidad con transparencia y objetividad, sin intereses económicos o ideológicos de por medio». Son alumnos especiales. Quizás por eso el cardenal Bertone, secretario de estado del Vaticano, celebró el nacimiento de Sophia diciendo que «forma a los líderes de mañana». Una conversión intelectual y personal Piero Coda, presidente de la Asociación Teológica italiana y profesor de Teología en la Universidad Lateranense, es el director de Sophia. –¿Hacía falta otra universidad? –Sí, porque la forma actual de la universidad ya ha agotado sus posibilidades. Lo podemos ver claramente en el debate que existe sobre este tema, que es un síntoma de un profundo malestar, de una crisis de madurez. La institución universitaria surgió en la Edad Media de una gran intuición cristiana: los distintos saberes pueden confluir, aun respetando su diversidad, para acoger la verdad de Dios y del hombre en su totalidad y en sus distintos modos de expresión. Fue durante la Ilustración cuando se dio la separación entre fe cristiana y saberes del hombre; nació la ciencia moderna, que no encontró inmediatamente su lugar en la enciclopedia de los saberes de la época y se oscureció la percepción de Dios en la espiritualidad y en la cultura. Hoy, la universidad presenta un abanico de saberes fragmentados que no siempre contribuyen al crecimiento del hombre. A menudo los saberes se ignoran entre sí o están en conflicto abierto y permanecen de espaldas al horizonte último de la verdad. –¿Qué tiene Sophia de especial? –La interdisciplinariedad es una vía importante para que los saberes converjan, pero se puede quedar en un nivel meramente teórico, técnico, si no se integra en una forma de vida que abarque a toda la persona y sus relaciones. Me parece que la novedad de Sophia consiste sobre todo en una gran intuición de Chiara que reconstruye la institución universitaria desde la raíz al reconectarla con una experiencia comunitaria de base en la que el saber encuentra su humus vital. –Aquí tanto alumnos como profesores se dejan cuestionar… –Como ha ocurrido siempre en la gran tradición académica, científica y filosófica, el encuentro con la verdad es un diálogo cuerpo a cuerpo que se tiene que producir dentro de una comunidad que dialoga y que está a la búsqueda. En estas primeras semanas de clase me he percatado de que esta nueva experiencia requería por mi parte una conversión intelectual y personal profunda. Tengo que implicarme con todo mi ser en esta experiencia de búsqueda y experimentación común de la verdad sabiendo acoger lo que me aportan los demás y dejándome sorprender por la novedad de Dios. Es un descubrimiento continuo. –¿Puede matricularse una persona que no crea? –Lo que se pide no es tener fe, sino estar abiertos sinceramente a la verdad. Por lo tanto, para estudiar en este Instituto no se requiere ningún tipo de creencia religiosa o afiliación ideológica. Sólo se pide que los alumnos compartan nuestro proyecto de investigación y formación. Si un carisma es auténtico, es para todos. –¿Cuáles son las perspectivas para el futuro? –La sede del instituto en Loppiano puede albergar a un máximo de cien alumnos de máster y diez de doctorado, pero los estatutos prevén que con el tiempo, y en la medida de las posibilidades, surjan otras sedes en otras áreas geográficas y culturales del mundo con características académicas propias. Lo que se puede decir ya es que las pistas del diálogo ecuménico, interreligioso y con la cultura contemporánea, que están en el ADN del carisma de la unidad, sin duda serán parte integrante de los desarrollos futuros. Se ofrecerán también cursos y seminarios dirigidos a distintas categorías de estudiosos y de personas relacionadas con la cultura. Tendrán como modelo los cursos de verano para universitarios de los que ha surgido Sophia. Además, se realizarán colaboraciones en campos de investigación específicos con otros centros universitarios y culturales. Es apasionante ver que hay posibilidades de trabajar con los jóvenes para que se conviertan en protagonistas y transmisores de esta realidad. La inauguración oficial del Instituto Universitario Sophia se llevó a cabo el día 1 de diciembre pasado. He aquí la impresión de algunos asistentes al acto. «Un acto fundacional e histórico, tanto en lo que respecta a la sociedad, como posibilidad de aceptar una propuesta renovadora, como en el terreno personal. No debería seguir siendo la misma docente al ser ahora más consciente de que la verdadera y más grande sabiduría no vendrá de mi limitado intelecto o de mis pequeñas o grandes capacidades, sino de la comunión y el amor con y por el otro.» Pilar Cabañas Prof. de Historia del Arte Universidad Complutense de Madrid «He asistido, con muchas expectativas y una enorme alegría, a la inauguración del IU Sophia. He visto un sueño hecho realidad. Recién nacido pero real. Una universidad muy original y de horizonte amplio: se contempla el aspecto racional en armonía con los demás aspectos vitales, de modo que la aspiración es contribuir a la formación de personas, no cerebros, no máquinas de hacer dinero, no elementos de una cadena de producción. Los asistentes a la jornada inaugural éramos gente de cinco continentes, de formación, razas y creencias más que variadas, de un espectro de edad más que amplio… y asentíamos fascinados a un hecho: se había dado un paso más en el camino de la unidad.» Victoria Machuca Prof. de Inglés Académico y Profesional Universidad Politécnica de Madrid «La propuesta lanzada por el Instituto Universitario Sophia me parece sorprendente y revolucionaria desde muchos puntos de vista, en modo particular desde la perspectiva pedagógica y metodológica, y esto me obliga a replantearme muchas cuestiones en mi práctica docente cotidiana. De hecho, surge ahora la exigencia de re-pensar con otras categorías el modo de trabajar, de actuar, el modo de ver el mundo de la educación “desde esta nueva perspectiva”. Quizás el punto más importante y la novedad fundamental radica en que este replanteamiento presupone y nace de la opción por el original binomio que da sentido a Sophia: la conjunción del estudio y la vida, y la vida en comunión.» Araceli del Pozo Armentia Facultad de Educación Universidad Complutense de Madrid



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