Pensemos un poco en los escolares: si queremos que lleguen a adultos habiendo adquirido unos hábitos alimentarios saludables y propios de su cultura y zona geográfica, influidos también por sus propios gustos y los de su familia, entonces habrá que «presentarles» los alimentos. Estos contienen sustancias nutritivas bajo formas, consistencias, texturas, sabores, olores y tratamientos culinarios diferentes.
Durante la infancia y la adolescencia vamos conociendo los alimentos y sus diferentes combinaciones a través de la gastronomía familiar, así como en las experiencias sociales (comidas fuera de casa, con amigos, en el comedor escolar, etc.) y cada uno va mostrando sus preferencias. Es difícil que un niño aprenda a comer bien si no ha entrado en contacto con una gran variedad de productos. Por eso, al igual que transmitimos pautas de higiene personal, hemos de educar en alimentación y nutrición.
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