Jesús perdido en el Templo (cf. Lc 2, 41-50). Cuando ha recuperado [a Jesús], María le dice: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando».
Estamos en una nueva etapa de la vida de María, en cuyo estado de ánimo nos parece ver una analogía con una etapa característica por la que pasan quienes han emprendido este camino. Estos perciben con aguda insistencia, quizá al cabo de años, el resurgir de las tentaciones o una aridez dolorosa que, por efecto del carisma [de la unidad], hacía tiempo que habían desaparecido. Sufren por ello y se dirigen al Señor diciendo: «¿Por qué te has alejado de mí?». Entonces Él parece responder: «¿No sabías que todo lo bello y lo bueno que has tenido antes y que has experimentado era mío y que lo habías recibido por pura gracia?». Así es como se asienta en las personas una base de humildad necesaria para que Cristo pueda vivir y crecer.
La vida en Nazaret (cf. Lc 2, 51-52). Después de esta prueba, María vivió un largo período de intimidad familiar con Jesús.
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