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¿Información o desinformación religiosa?  

Manuel Mª Bru Alonso

Una cuestión común a las grandes tradiciones religiosas, pues todas han de explicarse en esta sociedad de la información. 


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En un reciente encuentro entre católicos y musulmanes organizado por el Arzobispado de Madrid y el Centro Alubeyt se abordó el tema desde las perspectivas cristiana e islámica.

 

Comunicación e información religiosa

En razón de que tanto la comunicabilidad como la religiosidad son dimensiones humanas innatas, no es difícil concluir que entre religión y medios de comunicación social se da una relación natural, directa, fácil de entender y de valorar. Otra cosa distinta es la información religiosa, que es solo una pequeñísima parte de la comunicación religiosa. En este caso ya no es tan fácil de realizar, entender y valorar. Y esto por varias razones.
En primer lugar, para informar de la experiencia religiosa hace falta una sensibilidad especial, una predisposición determinada, una mirada a la realidad con suficiente horizonte en su enfoque. Tras una vida investigando y escudriñando intrépidamente las noticias y con muchos reconocimientos profesionales, el periodista inglés Malcom Muggeridge (1903-1990) afirmó con tristeza: «A menudo he pensado que si hubiera sido periodista en Tierra Santa en tiempos de Jesucristo, me hubiese dedicado a averiguar lo que ocurría en la corte de Herodes, habría intentado que Salomé me concediera la exclusiva de sus memorias, hubiera descubierto lo que estaba tramando Pilatos y me habría perdido por completo el acontecimiento más importante de todos los tiempos». 
 
En segundo lugar, parece que a veces el lenguaje religioso y el lenguaje de los medios de comunicación son incompatibles. No es cierto. Para san Juan Pablo II ambos lenguajes estaban “condenados” a entenderse: «La cultura del memorial de la Iglesia puede salvar a la cultura de la fugacidad de la noticia que nos trae la comunicación moderna, del olvido que corroe la esperanza; los medios, en cambio, pueden ayudar a la Iglesia a proclamar el Evangelio en toda su perdurable actualidad, en la realidad de cada día de la vida de las personas». Si donde Karol Wojtyla decía «Iglesia» decimos «comunidad creyente», y donde decía «Evangelio», decimos «mensaje religioso», el párrafo sigue describiendo una consideración real y necesaria. No solo serviría para hablar de la cultura cristiana en particular, sino también de la cultura religiosa en general.
En tercer lugar, todo periodismo especializado, como es el religioso, es susceptible del fenómeno pernicioso de la desinformación. En el caso de la desinformación religiosa cuentan mucho tanto la mera ignorancia y la carente formación en cultura religiosa como el desinterés ideologizado o el interés ideológico de muchos medios de comunicación social, además de la precaria transparencia informativa por parte de las instancias religiosas.
 

Desinformación interreligiosa

Todos los ponentes del encuentro islamo-cristiano coincidían en que existen elementos específicos de la desinformación religiosa cristiana y de la desinformación religiosa islámica. En cuanto a la primera, aparecen todos los prejuicios de la modernidad laicista, y en el caso de la segunda aparecen la falsas interpretaciones sobre el Corán o sobre la mujer musulmana, y sobre todo la atribución a la comunidad religiosa entera, con términos como «islámico» o «islamista», de hechos terroristas que son solo de ciertos grupos. También se sigue cuestionando la integración de los musulmanes en la cultura española, incluso en el caso de personas nacidas en España de familia y cultura española que se han convertido al Islam.
 
Entre los elementos comunes, valen los señalados por el documento Ética de las comunicaciones sociales de la Santa Sede: «El ignorar o marginar las ideas y las experiencias religiosas; tratar a la religión con superficialidad, quizá hasta con desprecio, como un objeto de curiosidad que no merece una atención seria; promover modas religiosas con menoscabo de la fe tradicional; tratar 
a los grupos religiosos legítimos con hostilidad; valorar la religión y la experiencia religiosa según criterios mundanos de lo que debe ser; preferir las concepciones religiosas que corresponde a los gustos seculares a las que no corresponde; tratar de encerrar la trascendencia dentro de los confines del racionalismo y del escepticismo». 
 

Profesionalidad, esencialidad y diálogo

Para mejorar la información religiosa hacen falta profesionalidad, esencialidad y capacidad de diálogo. 
 
La «profesionalidad» supone conocimiento (estudio), rigor (objetividad posible) y sensibilidad (o al menos no hostilidad). «Esencialidad» significa, como explica el papa Francisco, necesidad de no utilizar otra hermenéutica (política, sociológica, ideológica), sino la hermenéutica esencialmente religiosa para hacer información religiosa. Y sobre todo una «capacidad de diálogo» que no se deje seducir por la secular «nostalgia de conquista», sin dejar de vigilar y de condenar los brotes de violencia fanática, para no incurrir en la xenofobia étnica y religiosa. 
 
Se trata de un diálogo intercultural e interreligioso en el que, como explicaba Chiara Lubich, «el otro puede manifestarse, porque encuentra en nosotros alguien que lo recibe; y puede donarse, porque encuentra en nosotros alguien que lo escucha».




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