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Simplemente Julio

Félix Mercado

Recordamos la figura de Julio Caccialanza, corresponsable de los Focolares en España durante casi veinte años.


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ué bonito sería resetearse de vez en cuando, como se hace con el ordenador, y volver a los primeros días en los que conocí el ideal [de la unidad], cuando el hermano era verdaderamente Jesús a quien amar y el dolor era siempre Jesús abandonado para abrazar y ofrecer. He experimentado una vitalidad espiritual nueva. La alegría que siento me confirma que tengo que seguir por este camino». Estas palabras de Giulio Caccialanza, más conocido en España simplemente como Julio, definen bien el estado anímico con que este focolarino ha vivido los últimos años de su vida, aquejado por una seria dolencia cardiaca.
 
El pasado 1 de septiembre falleció mientras daba su paseo cotidiano cerca de casa, «como las vírgenes prudentes de la lectura del Evangelio de ese día, preparado con el aceite del amor que ha iluminado sus 78 años de vida», afirmó María Voce, presidenta de los Focolares, en un comunicado. Lo último que dejó escrito en su diario, el 25 de julio, fue: «Lo que cuenta es vivir el presente: Señor, yo confío en ti».
 
Julio nació en Piacenza (Italia) en 1939 de unos padres que «me dieron muchos valores que llevo conmigo como una herencia», dijo en cierta ocasión. Estudiante de contabilidad, a los 19 años conoce el Movimiento de los Focolares y en él encuentra la posibilidad de «encarnar el Evangelio en la vida cotidiana». En 1962 se decide por la vida en focolar, convencido de «la revolución social que vendrá del ideal» y la posibilidad de «ser contemplativos en medio del mundo». 
 
Sus primeros años en esta novedosa convivencia de laicos consagrados a Dios transcurren en Turín y Barcelona, otros nueve años en Portugal y desde 1978 casi veinte años en Madrid como corresponsable de los Focolares en España. Entre las competencias de su cargo cabe señalar la decidida aportación que dio al desarrollo de Ciudad Nueva. 
 
En 1997 partió de España dejando indelebles recuerdos en multitud de personas que durante esos años tuvieron relación con él, y que ahora resaltan su capacidad de acompañar a las personas con «sabiduría, continuidad, paternidad, desapego, humildad, alegría, discreción», como escribía una de esas personas. Otra afirma que le impresionaba «su serenidad, que infundía confianza». 
 
En 1995, dos años antes de dejar España, fue ordenado sacerdote. ¿Cómo prepararse? Chiara Lubich le sugirió entonces: «Vive el Ideal».
En Estados Unidos, su nuevo destino, ciertos problemas de salud propiciaron que regresara a Italia, donde ha vivido los últimos veinte años de su vida. Las anotaciones en su diario personal a lo largo de estos años reflejan el empeño por llevar a la práctica, aun en medio de su enfermedad, la frase del Evangelio que tenía como programa de vida: «Amaos intensamente unos a otros con corazón puro» (1P 1, 22). Anota, por ejemplo: «Todo en mí debe ser fruto del Amor y en el Amor (…) Ser Amor: es este mi programa» (1999). Y también: «Hacer todo el bien posible»; «Me dices, Jesús mío, que el amor, si no sufre y no se sacrifica, no es amor. ¡Qué enseñanza! (…) Haz que te siga en el dolor» (2017). 
 
En una carta fechada en 2008 subraya el estrecho vínculo entre el servicio como sacerdote y su vida de focolarino: «En la medida en que trato de vivir con Jesús en medio en mi focolar siento que tengo la luz para poder escuchar y aconsejar bien a las personas. Tengo siempre presente lo que decía Chiara: escuchar con amor hasta el fondo sin preparar la respuesta. Después, al final, viene con sorpresa la iluminación del Espíritu Santo. Y cada vez constato que es real». 
 
Quienes han conocido de cerca a Julio aseguran que su vida ha sido una presencia «mariana», en donación sencilla y discreta. No dejan de llegar ecos de agradecimiento desde los distintos lugares en donde ha estado. En la catedral de Frascati, cerca de Roma, el obispo Raffaello Martinelli quiso oficiar personalmente la misa funeral por Julio, signo del reconocimiento que sentía por su labor sacerdotal en la diócesis. 
 
Otras muchas misas celebradas por él han querido ser también un homenaje a este focolarino que, como aseguraba el padre Ángel Camino en la que se celebró el 9 de septiembre en el Centro Mariápolis de Las Matas (Madrid), cuando te veía «no se interesaba por las cosas que hacías, se interesaba por ti». 




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