ué bonito sería resetearse de vez en cuando, como se hace con el ordenador, y volver a los primeros días en los que conocí el ideal [de la unidad], cuando el hermano era verdaderamente Jesús a quien amar y el dolor era siempre Jesús abandonado para abrazar y ofrecer. He experimentado una vitalidad espiritual nueva. La alegría que siento me confirma que tengo que seguir por este camino». Estas palabras de Giulio Caccialanza, más conocido en España simplemente como Julio, definen bien el estado anímico con que este focolarino ha vivido los últimos años de su vida, aquejado por una seria dolencia cardiaca.
El pasado 1 de septiembre falleció mientras daba su paseo cotidiano cerca de casa, «como las vírgenes prudentes de la lectura del Evangelio de ese día, preparado con el aceite del amor que ha iluminado sus 78 años de vida», afirmó María Voce, presidenta de los Focolares, en un comunicado. Lo último que dejó escrito en su diario, el 25 de julio, fue: «Lo que cuenta es vivir el presente: Señor, yo confío en ti».
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