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Laicidad positiva

Alain Boudre*

Dialogando con la cultura «El diálogo con y entre las religiones es el reto mayor del siglo naciente», palabras del presidente francés a Benedicto XVI.
Benedicto XVI quería ir a Lourdes como un peregrino más, con ocasión del 150º aniversario de las apariciones de María a Bernadette Soubirous, pero la realidad política obliga, y en el programa hubo que incluir su paso por París para tratar dos temas con los que los franceses “estaban esperando” al Papa: el laicismo y el diálogo fe-razón. Fino conocedor de Francia y las susceptibilidades de su “cultura humanista”, Benedicto XVI sabe bien que la “hija mayor de la Iglesia” es también el país de las Luces, donde el anticlericalismo está fuertemente anclado en las mentes; por excelencia, país símbolo de la evolución de Europa hacia la secularización. Ya en el avión que lo llevaba a París, el Papa dejó sentadas algunas precisiones que han marcado su recorrido francés: «Me parece que el laicismo no está en contradicción con la fe. Diría incluso que es un fruto de la fe». Propuesta sorprendente que luego desarrolló en su encuentro con Nicolas Sarkozy. Le recordó al presidente de la República Francesa que, en lo que concierne «al problema entre la esfera política y la esfera religiosa, Cristo había ofrecido ya el principio para una solución justa, cuando respondió: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12,17)». A continuación el Papa señaló que «la desconfianza del pasado se ha transformado poco a poco en un diálogo sereno y positivo», pero estima necesaria una nueva reflexión sobre el verdadero sentido y la importancia del laicismo. Recogido en la Constitución en el mismo capítulo que la libertad de culto, el laicismo en Francia se vive como un movimiento polémico y militante contra la Iglesia. Por eso el Papa invitó a una «comprensión más abierta» subrayando que es «fundamental, por un lado, insistir en la distinción entre lo político y lo religioso, a fin de garantizar tanto la libertad de los ciudadanos como la responsabilidad del Estado hacia ellos», pero por otra parte es necesario «tomar conciencia más claramente de la función irremplazable de la religión en la formación de las conciencias». En suma, los católicos deberían poder expresarse, en nombre de su fe, en las opciones éticas y ante los retos de la sociedad.

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