Los abusos sexuales a menores se han dado a lo largo de la historia en todo tipo de ambiente sociocultural y económico. Hoy parecen más frecuentes porque se habla de ellos, son objeto de estudio y algunas veces se denuncian. Rápidamente saltan a los medios de comunicación y se conocen con más facilidad. Según una investigación realizada por Félix López Sánchez, catedrático de Psicología de la Sexualidad, en torno al 23% de las mujeres y el 15% de los varones españoles habían sufrido algún tipo de abuso sexual en la infancia.
¿Qué se entiende por abuso sexual a un menor? La definición propuesta en 1978 por el NCCAN (National Center of Abuse and Neglect) dice: “Contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual también puede ser cometido por una persona menor de 18 años, cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando está (el agresor) en una posición de poder o control sobre otro menor”.
Para prevenirlos, lo más importante es no llegar tarde. Es decir, a la vez que vamos contestando a las preguntas de nuestros hijos en la primera infancia, entre los 3 y los 6 años, iremos educando su intimidad. En el artículo sobre la curiosidad sexual ya dije que el pene o la vulva son “partes íntimas”. Una vez ha pasado ese momento en que los pequeños preguntan sobre las diferencias físicas y están centrados en ver y enseñar los genitales, es bueno decirles que la intimidad no se la mostramos a cualquiera: “No a cualquiera le contamos los secretos ni las preocupaciones. Lo mismo debemos hacer con nuestras partes íntimas. No se las dejamos ni ver ni tocar a nadie; ni tampoco debemos tocar o ver las partes íntimas de otra persona. Sólo se enseñan a papá, a mamá o al médico en determinadas ocasiones, para ver si todo va bien”.
Debemos explicarles claramente la diferencia entre la vergüenza y el pudor. Ambos son sentimientos que nos llevan a ocultar algo de nosotros mismos, pero tienen causas distintas, una negativa y otra positiva. Por vergüenza ocultamos algo que no nos gusta, que no aceptamos y nos causa dolor o angustia. El pudor, en cambio, nos hace ocultar algo que, aunque nos gusta, sólo revelamos en determinadas ocasiones y a ciertas personas.