Cenar juntos ayuda a distender el ambiente, a compartir acontecimientos y a veces los sentimientos que estos nos han suscitado.
la tentación de que cada uno se las arregle para la cena es frecuente a medida que los hijos van creciendo. Así ocurre en casa. Sin embargo, procuramos cenar juntos, ya que al mediodía no siempre coincidimos en horarios. Tenemos una regla: hablar en la mesa de temas agradables (anécdotas del día, planes, aficiones, cine, música, el origen de los alimentos…) y evitar los temas que provocan discusión (notas, suspensos, hora de volver a casa). Se trata de crear un clima de confianza, de disponibilidad para un diálogo sencillo que a menudo nos sorprende, como aquel día en que uno de los chicos dijo: «Se nota que papá y tú no sabéis escuchar, porque siempre tenéis preparada la respuesta».