Visitando Logroño me llamó mucho la atención un mural que vi allí: un hombre con los sellos del Camino de Santiago tatuados en la piel (uno de ellos «tuneado», por cierto). Nunca lo he hecho, pero estoy segura de que caminar tantos kilómetros imprime carácter, deja una huella como la de los sellos.
Ocurre algo similar con nuestras acciones, ya sean buenas o malas. Y a fuerza de repetir acciones vamos desarrollando actitudes, predisposiciones a actuar de una determinada forma. El conjunto de nuestras actitudes conforma nuestro carácter, que puede ser, en términos aristotélicos, virtuoso (tiende hacia el bien) o vicioso (tiende hacia el mal). Son nuestras acciones las que marcan nuestro carácter, nuestro modo de ser adquirido.
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