“Si Dios es amor, ¿cómo se entiende que nos vaya a juzgar por las culpas que cometemos en esta vida, considerando que en muchas ocasiones resulta difícil saber si hay pecado?”
L. F.
La pregunta pone de manifiesto una actitud cada vez más habitual en nuestra forma de pensar. La superficialidad en que estamos inmersos, el tener que correr a diario entre mil compromisos, a menudo sin prestar plena atención a lo que hacemos, conlleva una manera de concebir la responsabilidad sobre nuestros actos.