Como toda droga, el cannabis es una sustancia que produce bienestar, estupor o euforia y que de ordinario origina dependencia (física o psíquica) y altera el comportamiento. Los programas y actividades de prevención sobre drogas no han conseguido evitar un incremento en el consumo de alcohol, cocaína y cannabis, sobre todo en el ámbito juvenil. El consumo de estas drogas forma parte de los hábitos y estilos de vida de una parte importante de jóvenes, pues no perciben todo el riesgo que corren y las consiguen fácilmente.
El cannabis es la droga psicoactiva ilegal más consumida en España y la más accesible. Está asociada al tiempo de ocio y suele unirse a otras drogas (alcohol, tabaco, cocaína, anfetaminas, alucinógenos, éxtasis, tranquilizantes), de forma que casi todos los adolescentes que han probado la cocaína y la heroína, previamente han consumido alcohol, tabaco y cannabis.
De la planta, el cannabis sativa, se extrae el hachís (exudado resinoso de la planta), la marihuana o maría (triturado seco de flores, hojas y pequeños tallos) y un aceite. Habitualmente se consume fumado, mezclado con tabaco o directamente con vaporizadores. El aceite también se utiliza por vía oral. Produce generalmente un doble efecto: una fase inicial de estimulación (euforia, bienestar, aumento de la percepción, ansiedad), y una fase posterior donde predomina la sedación (relajación, sueño). En la primera fase ocasiona una agudización de las percepciones visuales, auditivas y táctiles, así como una ligera distorsión del espacio y tiempo. Aparece risa fácil, locuacidad y aumento del apetito. Paralelamente se altera la memoria reciente, hay dificultad en la concentración, disminuye la atención y se produce incoordinación motora. La intoxicación aguda puede cursar con un episodio psicótico, que se caracteriza por ideas delirantes, alucinaciones, confusión, amnesia, ansiedad y agitación, y que puede desaparecer a las pocas horas.
Entre los efectos crónicos ocasionados por el consumo de esa droga se encuentran la alteración de la memoria y la atención; en consecuencia empeora la conducción, debido a la incoordinación motora, y hay mayor riesgo de accidentes. En el ámbito escolar, disminuye el rendimiento y aumentan la conflictividad y el absentismo, y hasta puede ocasionar un abandono prematuro de los estudios.