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FAMILIA - Mis 20 años

Julia Perales

«Trato de ser como mis padres quieren que sea, pero solo hablamos de cómo me van los estudios. No me tratan como adulta. Solo tengo veinte años cuando a ellos les conviene». 
M. F.
 

 
El deseo de ser reconocido puede llevar a asumir el papel de hijos perfectos, lo cual puede ir contra la necesidad de independencia y libertad. No hay que tener miedo a ser uno mismo, pero intentando comprender a los padres, que parecen ansiosos y fuera del mundo. No es fácil aceptar sus consejos, pero nacen de un amor que algún día llegaremos a entender. «La tenía en un pedestal –decía una joven hablando de su madre–, pero solo ahora he caído en la cuenta de que tenía que amarla».
Los padres no quieren sino hallar la forma de comunicarse con sus hijos. Puede que no sea fácil romper con ciertas dinámicas, pero es posible. «Ya no podía entenderla ni entrar en contacto con ella –cuenta una madre–, aunque notaba su sufrimiento. Un día le pedí ser amiga en Facebook, pero sin engaños, con mi nombre. Y empezamos a hablar medio jugando, igual que los adolescentes, que en lugar de hablar cara a cara se mandan mensajitos. Y nos hemos acercado bastante».
Se puede cambiar, tanto los hijos como los padres. Hay que creer que es posible poner las condiciones para que se dé una relación de aprecio recíproco y dar el primer paso para tener un diálogo libre y profundo. Ese es el tesoro escondido y para encontrarlo hay que tener paciencia y esforzarse

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