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Cultura de pactos

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Apunto de enviar este número a la imprenta, todos los sondeos electorales anuncian una gran fragmentación en parlamentos autónomos y ayuntamientos tras las elecciones del 24 de mayo. Si no se han producido sorpresas, el cambio en la dinámica política será sustancial, toda vez que las mayorías absolutas habrán quedado atrás y los tradicionales partidos mayoritarios se verán en la necesidad de buscar alianzas y acuerdos con las nuevas fuerzas emergentes.

 

«Nuestros políticos tendrán que aprender a coexistir, pactar, y sobre todo, atender las necesidades de la ciudadanía de forma conjunta». Así daba la bienvenida a los «nuevos tiempos» un ciudadano anónimo en un comentario a un artículo de prensa digital. Ciudad Nueva también quiere pensar que la falta de mayorías absolutas obligará a los partidos a escucharse, dialogar y ceder en sus posiciones para poder gobernar, con la esperanza de que las medidas que surjan sean más equilibradas, equitativas y que redunden en el bien de un mayor número de personas.

 

La gobernabilidad requerirá acuerdos. No obstante, para llegar a acuerdos hace falta más que palabras o buenas intenciones. Los pactos requieren voluntad, convencimiento y renuncia mutua. El mandato de unos ciudadanos que ponen en juego a más fuerzas políticas exigirá a los partidos cambiar de actitud frente al adversario político y sentarse a dialogar, aunque no será fácil, ya que venimos de un modelo de relaciones interpartidistas marcado por la crispación y la descalificación global del adversario.

 

Necesitamos más que nunca políticos con altura de miras, que vayan más allá de su propio partidismo y que practiquen un diálogo a 360°, tantas veces propuesto desde las páginas de Ciudad Nueva. Un diálogo que, como afirmaba María Voce, presidenta de los Focolares, durante su intervención del pasado mes de abril ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, «requiere el máximo del empeño, que es arriesgado, exigente, desafiante, que apunta a cortar las raíces de la incomprensión, del miedo, del resentimiento».

El cambio que se anticipa no tiene por qué interpretarse como una amenaza; puede verse también como la apertura de nuevas oportunidades para la vida política. En particular, porque, aunque no está garantizado, debería empujar hacia la consecución de una cultura de pactos, que es el medio imprescindible en democracia para la solución de la mayoría de los problemas políticos y sociales.





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