Dado que nuestra revista se desgrana en un ciclo anual de once números, con el del mes pasado hemos cruzado el ecuador del quincuagésimo aniversario que venimos recodando en cada portada: “Cumplimos 50”. El editorial de ese número, de la pluma de un experto en comunicación, puso el acento en el carácter “propositivo” de Ciudad Nueva. Decía que «contribuye al debate público y a la convivencia y el progreso social más proponiendo que corrigiendo», y añadía que por «su profunda racionalidad, y sobre todo su impactante practicidad, tiene mucha más capacidad transformadora que la más audaz de las críticas». ¿Es esto cierto, o es sólo una conjetura teórica?
La pregunta no es gratuita, ni retórica. Obedece al prurito autocrítico que todos tenemos y que se traduce en algo tan simple como: “lo que hago ¿es lo que tengo que hacer?”, y en el caso de Ciudad Nueva responde al buen augurio que nos hizo Chiara Lubich en el editorial de febrero: «Que sea el vestido, la expresión de nuestro Movimiento, es decir, que sea un reflejo de la Obra de Dios». Esto es fácil de medir cuantitativamente desde este lado de las páginas, o sea, en la redacción. Basta sumar las que hemos dedicado a temas relacionados con los Focolares, aunque siempre se puede ganar en variedad y amplitud. Más difícil es verificarlo cualitativamente, pues ocurre al otro lado de las páginas, es decir, en los lectores.
Normalmente, los ecos que llegan a las redacciones de prensa tienen más tono de queja o crítica que de conformidad. También es nuestro caso, y solemos reflejarlo en la página de correspondencia. Quizás se deba a una sencilla limitación cultural:?estamos acostumbrados así. Es decir, nos quejamos enseguida si la comida está salada, pero tardamos mucho en decir ¡qué rico está esto! De ahí que los comentarios laudatorios adquieran más valor. Dice el último que hemos recibido: «Es cita obligada en nuestras lecturas», y añade que «estamos informados de las actividades del Movimiento». «Soy suscriptor desde el primer momento –dice otro– (...) la revista de este mes es de lo mejor por su intensidad en temas de la calle». Se refería al número de enero.
Cabe señalar que la distinción entre lectores y redactores en Cuidad Nueva está muy difuminada y en muchos casos no existe; por eso un lector que vio publicado su testimonio nos escribió: «No esperaba que tan pronto sucediera» ni que se le diera «tanto destaque». Y otro suscriptor, que ahora suele enviarnos colaboraciones sobre ecumenismo, nos comentó una vez que «una de las cosas bonitas que me ha sucedido en la vida es que alguien, hace ya muchos años, me obsequiara con un número de Ciudad Nueva».
Unas pocas opiniones no son estadísticamente relevantes, pero son una muestra de que, cuando leemos atentamente (la lectura es un hábito en declive), captamos el mensaje. En cierta ocasión un lector nos escribió a propósito de unas críticas publicadas en la página de correspondencia: «Son enormemente positivas ya que son una referencia clara de que Ciudad Nueva empieza a hacerse un sitio en la opinión pública, algo que sólo se consigue (...) adoptando un alto nivel de compromiso en los ideales que le dan vida». Había entendido que entre esos ideales está el diálogo.