«Pero… ¿qué importa? ¿Qué tiene de malo? ¡Si todos van a ir! ¡Sois los únicos padres que no queréis! ¡Sois los padres más raros de todos!» Con frases como éstas llenaríamos todo un artículo. Son esas “estrategias-resquicio” que usan muchos hijos para conseguir lo que quieren. Reconozcámoslo: alguna vez hemos sido víctimas de ellas. Estas frases tienen numerosos efectos en los padres. Uno de ellos es la inseguridad, pues provocan en nosotros una especie de “efecto naufragio”, y en muchos casos ensombrece la responsabilidad que tenemos como padres y educadores.
Nuestros hijos deben ir adquiriendo (y conquistando) cierta autonomía mientras se van adentrando en una vida “social” sana, sensata, alegre y creativa. De la misma manera, en las circunstancias que nos rodean, padres y madres debemos invertir mucho tiempo en reflexionar sobre los criterios que determinan un correcto manejo de los permisos y las concesiones a los hijos. Les ofrezco algunos:
3 Cada hijo es diferente y esto hace que haya muchos matices a la hora de aplicar las normas.
3 La resolución adecuada de un conflicto entre padres e hijos generado por concesiones o permisos tiene como telón de fondo la “asimetría” de la relación entre ambas partes. No es una resolución entre iguales. Somos igualmente hijos de Dios y con la misma dignidad de personas, pero somos asimétricos en cuanto responsabilidad y funciones. Cuando se rompe esta asimetría, el conflicto se convierte en lucha de poder, discusión agresiva u otra cosa.