Jorge era un chaval un tanto desordenado. Dejaba siempre los zapatos en medio del salón, y cuando se comía un caramelo, dejaba el papel tirado en cualquier lugar: en la cama, en el sofá o entre las páginas de un libro. Su madre estaba desesperada y ya no sabía qué hacer.
A Jorge le gustaba mucho ir al campo. Allí se sentía plenamente libre. Le gustaba trepar a los árboles y desde lo más alto ver cómo el viento agitaba los trigales, o cómo un pequeño conejo se comía los tréboles de la orilla del camino. Sin embargo, si se bebía un zumo o se comía una bolsa de patatas, no dudaba en tirar los envases vacíos al suelo. ¿Pensaría que se iban a desvanecer? ¿Quizás creía que esas cosas no tenían consecuencias?