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articulo

Nunca es tarde

Marcos Salinas Fraile

Una historia que contar
La vida da muchas vueltas, y esta historia es uno de los muchos casos que se dan cada día. Tuve una pubertad como la de otros jóvenes: todo el día en la calle con los amigos, pensando en chicas, fútbol, motos… todo menos los estudios. Repetí curso en 3º de ESO y mi único objetivo era terminar cuanto antes para trabajar y tener mi sueldo propio. Pensaba que cuando me pusiera a trabajar, todos los problemas se habrían solucionado. Nada más lejos de la realidad. Terminé la ESO con más pena que gloria y empecé un grado medio de electrónica, por tener un título y creyendo que era la guinda del pastel para tener trabajo de por vida. Pero llegué al mundo real. El verano en que terminé mi primer curso, con notas justas, entré a trabajar en una empresa de construcción para ganar mi primer sueldo. Los dos meses que trabajé me parecieron muy negativos: me trataban como si fuera un objeto, broncas continuas, parecía que les molestaba que estuviera con ellos. Muchos días llegaba a casa y me planteaba dejarlo porque sufría mucho, pero aguanté por cabezonería. Recuerdo que los últimos días cambió su actitud hacia mí y me trataron como uno más de la cuadrilla. El último día, hablando con uno de ellos, me dijo que no fuera tonto y que estudiara, ya que aún tenía la posibilidad de hacerlo. Ese verano me marcó mucho y mi actitud cambió radicalmente hacia los estudios. El segundo curso en el grado medio me esforcé al máximo y logré sacar unas notas realmente buenas. Había conseguido mi objetivo de obtener un título, pero no me conformé y decidí matricularme en un bachillerato de adultos y trabajar a la vez. Sentía que si realmente quería estudiar tenía que esforzarme dándolo todo, y pensaba que, si sólo estudiaba, podía volver a la misma tónica de esforzarme lo justo para sacar los estudios. Han sido cuatro años trabajando y estudiando, con muchísimos momentos de querer dejarlo y dedicarme sólo al trabajo. Tenía un contrato fijo en una empresa de logística en la que estaban muy contentos conmigo. Pero en esta vida hay que aspirar a trabajar en lo que realmente te gusta, no conformarte con ganar dinero pero sin que te llene. Es demasiado larga la vida como para estar tantos años en algo que no te termina de convencer. Todos los que cursábamos este bachillerato estábamos en la misma situación, y claro, muchos se perdieron en el camino, pero los que aguantamos nos dábamos continuamente apoyo. Cuando uno estaba bajo de moral, ahí estaba otro para animar. Fue una experiencia muy chula. También con los más cercanos, que sufrían conmigo cuando estaba mal y se alegraban cuando iba bien… Me ha valido mucho.

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