Aquel año la gallina Mariflor había puesto muchos huevos y esperaba tener familia numerosa. Cuando tenía que incubarlos, le daba fiebre y así, con el calorcito, los pollitos que había dentro de los huevos podían crecer lo necesario. Apenas se apartaba del nido; lo imprescindible, para evitar que los huevos se enfriaran.
Junto al nido de Mariflor estaba también el de la pata Candela. Ella tan sólo había puesto dos huevos y estaba un poco triste, pero mientras incubaban los huevos, Mariflor solía animarla desde su nido. Esperaban ser madres casi al mismo tiempo.