Un belga, un argentino y una vasca se juntan en una sala ante la mirada atónita de un centenar de jóvenes. Suena a chiste, ¿verdad? Y más si te digo dos palabras: Dios y apasionante… No te tomo el pelo. Algo ocurre cuando juntas estos ingredientes. ¡Algo explota!
Es Jueves Santo por la mañana, en el Centro Mariápolis “Luminosa” se ultiman los preparativos. Van llegando los jóvenes y la calma se vuelve alegría, saludos y abrazos. Son 150 de toda España. Por delante, cuatro días de profundización sobre Dios y el cristianismo. El título –“Nosotros hemos creído en el Amor”– y la palabra de vida del día –“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”– dan el pistoletazo de salida a una escuela que, antes de nada, debe hacerse vida. Ése era el reto y la catapulta que ha hecho de este tiempo días de Dios. «Fue la experiencia de Dios lo que nos transformó a cada uno», dice Lledó, de Valencia.
¿Pero cómo? Se trata de una dinámica novedosa, hacer de la Trinidad una realidad. Seguirás pensando que te estoy vacilando, pero eso es lo que precisamente hacían en cada lección los tres expertos: Michel Vandeleene, el belga, Aurelio Cerviño, el argentino, y Anabel Prieto, la vasca. Una vida nueva en la que todos éramos protagonistas y se manifestaba, como dice Blanca, de Astorga: «en la continua entrega de los profesores a nosotros, en escuchar al otro haciéndote nada, en el salir de uno mismo, de la vergüenza o timidez para contar a los demás». Y es que, después de cada explicación, se giraban las sillas y del barullo surgían grupos 4x4 (o 20x20) para poner en común impresiones, dudas o preguntas.
«Cuando el primer día escuché la palabra teología me dio un poco de miedo, pensé que sería muy difícil entender. Después, viendo cómo explicaban, con un lenguaje coloquial y experiencias de la vida, cambió totalmente mi forma de ver la teología. Y fui poniendo en práctica sus explicaciones», dice Jorge, de Ubrique. Y Joan, de Girona corrobora: «Antes de llegar, sentía un poco de respeto. Tengo 16 años y desconocía lo que podía encontrarme… Me ha hecho descubrir que los misterios de la fe tienen un carácter vivencial desconocido hasta ahora para mí y a la vez muy cercano. Me sentía como un “puzzle”, todo piezas sueltas, y creo que el congreso las ha juntado».