Seis hijos parecen muchos, pero esta familia ha sabido hacerle un hueco a Olivia.
Sorprendí a Gabri preparando las maletas para irse a Brasil. Su marido, Diego, ya estaba allí colaborando en un proyecto de Salud Comunitaria del gobierno brasileño destinado a los pobres y Gabri, que es profesora, ha conseguido un permiso de unos meses y se ha ido con los niños a mediados de enero pasado. Me viene ahora a la mente aquella joven alegre y profunda que vino con su hermano a un encuentro de los Focolares. Poco después trajo a su novio, Diego. Ambos me dieron la impresión de ser personas de profundas convicciones. Su historia merece ser conocida. «Siempre hemos intentado poner a Dios en el centro de nuestro matrimonio –dice Gabri–. Una de las peticiones que hicimos el día de nuestra boda fue ésta: ”Te pedimos, Señor, que nuestra casa y nuestro corazón estén siempre abiertos a todos”». Esto ocurrió hace 23 años. Hoy su casa está siempre llena de niños, propios y ajenos. «Es que con mucha alegría hemos tenido seis hijos, a contracorriente y a veces soportando la incomprensión e incluso la crítica. Nos sentimos tan amados por Dios que hemos procurado corresponderle siendo generosos». Sus hijos –los conozco desde que eran pequeños– tienen mucha vida social y sus amigos van con frecuencia a jugar a su patio. Eso sí, después de hacer los deberes: «Nuestros hijos saben que los estudios son algo primordial. Para que tengan un ambiente de estudio, apenas vemos la tele; desde luego nunca entre semana. Esto sorprende mucho cuando lo dices, pero como estamos acostumbrados, no nos cuesta. Y lo recomiendo. Dormimos suficientes horas, leemos bastante y nos queda tiempo para muchas cosas. Y por lo que puedo ver a mi alrededor, creo que no nos perdemos mucho».