Conchita García Vilanova falleció el 11 de diciembre pasado.
Cuentan de Conchita que, aun siendo una granadina orgullosa de su tierra y amante de su familia, supo hacerse ciudadana del mundo. Había nacido un 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, y quizás por eso se sentía especialmente vinculada a María. A finales de los 60, con 35 años, Conchita conoció el Movimiento de los Focolares, un momento decisivo que la llevaría a vivir con pasión su vocación de «voluntaria». En una conversación grabada unos meses antes de morir, con voz entrecortada pero clara, Conchita desgrana sus recuerdos de aquellos tiempos: «Entré en otro mundo, porque yo vi que aquello era una cosa nueva. Y allí lo único que se veía era el amor». La libertad de ánimo que transmite con su narración denota la labor de una persona entregada. Es significativo este testimonio de una persona de religión judía: «Era una persona excepcional por su entrega a los demás, por sus firmes convicciones y su extraordinaria coherencia cristiana. Ella amaba a los otros sin restricción, sin preguntarles por su credo. Por eso, no me resultó difícil entenderla, respetarla y sobre todo admirarla y quererla. Aprendí mucho a su lado». Cuentan también que una vez le presentaron a una madre con tres niños y a punto de tener el cuarto. ¡Cuánto luchó por ellos! Removió tierra y cielo para conseguirles una vivienda digna. Aquella madre ha sido una de las últimas personas que habló con Conchita antes de morir y asegura que la echa de menos como a una madre. Aunque desempeñaba su trabajo de funcionaria como servicio al prójimo, quería ayudar más. Así que estudió Psicología y Sexología, y con esa formación se lanzó a asesorar a muchas parejas y ayudar a algunas madres que dudaban en llevar a término su embarazo. Evidentemente, el tema del aborto le preocupaba: «Yo lo sentí muy fuerte (…) ¿Cómo es que no encontrábamos una solución positiva? (…) Dábamos charlas por todas partes. (…) Y luego empezó mucha gente en contra nuestra, pero abiertamente».