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¿Qué democracia?

Josep Garau

Un vistazo al mundo Las llaman “democraduras”, o sea, esas dictaduras que pretenden pasar por democracias. Abundan en África y en Asia como restos de la época de las colonias, pero también en algunos países de Sudamérica y de Europa del Este se da una fuerte tendencia a un régimen totalitario.
No debe de haber sido muy difícil pillar a un puñado de jefes de estado de África y Sudamérica y añadirlos a la lista de los asiáticos, y también algunos europeos, a fin de acusarlos de lesa democracia. Semejante censo lo han estado elaborando últimamente numerosos comentaristas de lo político, actualizando así una especie de cocodrilo devorador de la democracia en el mundo. La mayoría, aunque con algunas variantes, concuerda sustancialmente en su valoración. La verdad es que, cuando los ves a todos juntos y clasificados, con currículo y todo, te quedas perplejo. Pero disgustarse ya no es un sentimiento que se puedan conceder los que se dedican a valorar lo político, considerando que una buena parte de estos mandatarios deben su posición a pronunciamientos populares. Además, ¿acaso Stalin y Hitler no fueron confirmados en el vértice del poder también por el furor del pueblo? Al menos así pareció entonces. El verdadero sentido de estas listas es justo el de activar las alarmas, y en algunos casos despertar preocupación. Y es que hay quien mete en la lista también a Bush (por la guerra de Irak) y quien pronostica que los Clinton también quedarán inscritos, así como los Kirchner de Argentina. Pero resulta un poco forzado, si se los comprara con los emblemáticos representantes de Corea del Norte: la dinastía inaugurada por Kim Il Sung, colocado por los soviéticos en 1948, a quien le ha sucedido su hijo Kim Jong-il. O si no, Cuba, donde Fidel Castro ha sido líder máximo desde 1959 hasta que ha sido reemplazado por su hermano Raúl. Más casos: en Libia hace ya casi cuarenta años que nadie contesta a Gadafi; en Siria, Hafez al-Assad detentó el poder desde 1970 hasta 2000, y antes de morir designó como sucesor a su hijo Bashar. Y sólo por recordar a los más longevos, citaremos al presidente Omar Bongo de Gabón, que está en el poder desde 1967; Eduardo Dos Santos en Angola desde 1969; Teodoro Obiang tomó el poder en Guinea Ecuatorial con un golpe de estado en 1979 y ahí sigue; lo mismo Mubarak, en Egipto, que no ha cambiado desde 1981; y Robert Mugabe, en Zimbabwe, desde 1987. La lista no acaba aquí, pero nos detenemos para subrayar que, en general, estos personajes figuran como presidentes de repúblicas que se dicen democráticas, aunque algunas podrían definirse teocráticas si tenemos en cuenta que sus jefes de estado son equiparados a divinidades.

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