Falleció a los 33 años, pero deja tras de sí una estela de luz.
Ésa que dejan los que encuentran lo esencial en la vida y lo consiguen transmitir.
Muchas veces no somos conscientes de lo afortunados que somos hasta que perdemos algo importante. Así le ocurrió a María de Villota, expiloto de Fórmula 1, tras sufrir un grave accidente en el aeródromo de Duxford (Inglaterra) el pasado verano. Estuvo al borde de la muerte, perdió un ojo, pero su esfuerzo y tesón la convirtieron en todo un ejemplo de superación y optimismo. Falleció el mes pasado de improviso por causas naturales. «No quiero que este dolor y esta alegría de vivir se pasen como pasa todo en la vida. No, este accidente no puede pasar. No quiero que se decolore», así relataba su nueva visión del mundo en su libro La vida es un regalo. También en entrevistas era común escucharla decir cosas como: «Antes mi vida era una contrarreloj total; era una lucha contra el crono. Y ahora es cuando veo que hay que parar y medir las cosas de otra forma. Ya no son las décimas del crono, sino los pequeños momentos», señalaba María. Una experiencia que ha trascendido a su familia: «María se nos ha ido. Tenía que ir al cielo como todos los ángeles. Doy gracias a Dios por el año y medio de más que la dejó entre nosotros». Su partida ha dejado al mundo del deporte, a la sociedad y a los jóvenes conmocionados. ¿Pero qué tenía María? Para José Mª Lissen, un joven deportista sevillano, fue una mujer de récord, única. «Un ejemplo no sólo para las chicas, sino para cualquier persona que lucha por alcanzar sus sueños», nos cuenta.