Lo sucedido con Edward Snowden, el analista de la CIA que reveló la actividad de espionaje de Estados Unidos a sus propios ciudadanos y a otros gobiernos, alimenta el debate sobre cómo preservar el derecho a la privacidad ante la intromisión del Estado.
El presidente Barack Obama quiso liquidar la cuestión en una rueda de prensa a principios de agosto, pero a comienzos de septiembre el programa Fantástico, que emite el canal brasileño O’ Globo, reveló más datos del espionaje realizado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas inglesa) sobre las comunicaciones de la presidenta Dilma Rousseff y sus asesores. El episodio suscitó la airada protesta del gobierno brasileño que exigió al mismo Obama explicaciones por escrito. Evidentemente, hay un conflicto entre el interés de la Casa Blanca por buscar enemigos, reales y potenciales, donde sea y como sea, y el derecho a la privacidad de nacionales y extranjeros. En el plano del derecho internacional, no es atinada la queja contra el gobierno de Rusia por haber concedido temporalmente a Snowden asilo político. No hay un acuerdo formal entre los dos países que contemple los casos de extradición, y además la normativa internacional obligaba a Rusia a conceder el asilo político. La principal acusación contra Snowden, la de espionaje político, impedía su extradición. Para Richard Falk, consultor de la ONU y profesor emérito de Derecho de la Universidad de Princeton, se trata «del típico delito político en el derecho internacional y, como tal, normalmente se lo excluye de toda lista de delitos que prevén la extradición». Por otro lado, la actuación de Moscú ha sido idéntica a la que Estados Unidos ha tenido en casos similares. Por ejemplo, Estados Unidos le negó a Italia la extradición de veintiséis agentes de la CIA procesados y condenados por la justicia italiana por haber organizado y llevado a cabo, violando su soberanía territorial, el secuestro de un clérigo islámico en Milán. El sujeto fue trasladado clandestinamente al exterior, donde fue torturado, para luego reaparecer en Egipto con las disculpas pertinentes, ya que mientras tanto se había comprobado que no estaba vinculado con el terrorismo.