Apuntes para estimular la reflexión y el intercambio sobre el fenómeno de la mundialización.
Que el mundo está cambiando y a un ritmo acelerado resulta evidente para todos. Las trasformaciones que se producen a nivel planetario son lo suficientemente profundas como para que podamos considerar seriamente que hemos entrado en una nueva era de la historia humana que nos gusta llamar «Era de la Mundialización». El hecho es que los cambios que estamos experimentando afectan a todos los aspectos de la existencia humana. Tradiciones seculares, valores morales que considerábamos eternos y universales, instituciones enraizadas sólidamente hasta hoy en la sociedad, como la misma familia, parecen tambalearse frente a este viento huracanado que no preveíamos y que parece pretender arrasarlo todo. Frente a esta realidad, las reacciones son las más variadas. Hay quien, asustado, se esfuerza en resistir a toda costa para hacer que las cosas se mantengan «como han sido siempre». Quien, en el extremo opuesto, da soporte a cualquier novedad extravagante en nombre del progreso. Otros, desorientados, relativizan como igualmente bueno lo que cada cual elige decir y hacer. En definitiva, no sabemos bien dónde vamos, pero nos damos cuenta de que no podemos dar las respuestas de ayer a las preguntas de hoy. Tenemos que reconocer que no estamos humanamente preparados para los nuevos desafíos de esta «Era de la Mundialización». Se exige por tanto un esfuerzo colectivo (planetario) a todos los niveles del cual nadie puede sentirse moralmente eximido.