El Abandonado, un camino para hoy
Muchos modos de profundizar en la fe y de abrir el pensamiento. Las raíces de Chiara están en el misterio pascual.
Me despedí de Chiara poco antes de que partiese. Me dijeron que estaba consciente y tuve esa neta sensación. Le cogí la mano y no pude decirle mas que un “gracias” con todo mi ser. Lo que más íntimamente me impresionó, y creo que no se me olvidará, fue su rostro atormentado por el dolor, que traslucía un acto perseverante y sereno de suave y purísimo amor.
Mira –me dije–, Chiara sigue viviendo, y en grado máximo, lo que siempre la he visto hacer desde que la conozco: amar. Amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Y amar al prójimo, sea cual sea, con todo su ser, igual que Jesús en la cruz al sentirse abandonado.
Me pareció que la veía en lo que ha sido y será ya para siempre según el plan de Dios sobre ella para todos nosotros: el eco perfecto del grito de Jesús abandonado, su fruto entero. Quizás sea éste el secreto del carisma que Dios le ha dado a Chiara, y ella, igual que la semilla de la parábola evangélica, ha hecho que fructificara al ciento por uno.
En un texto que ya es universalmente conocido y que data de 1949, ella escribe que en Jesús abandonado está «todo el Paraíso con la Trinidad y toda la tierra con la Humanidad». El cielo y la tierra, Dios y el hombre son un todo en él, están entrelazados para siempre en una única pasión de amor. El corazón ardiente de Chiara no podía saciarse con nada que fuese menos que esto. Su pasión por Dios y su pasión por la pasión de Dios (el hombre) sólo en Jesús abandonado podían convertirse en ideal de vida entero e insuperable, concreto y siempre nuevo. Esta doble aunque única pasión la infundió Dios mismo en el corazón de Chiara cuando era joven, incluso niña. Y fue él, al revelarle un día el rostro atormentado de Jesús en su abandono, como una llamada personal e irrevocable, quien le indicó el camino para poder responderle con cada fibra de su ser y en cada expresión de su vida.