El 24 de agosto se cumplirán sesenta años de la muerte de Simone Weil, una de las figuras más importantes de la cultura del siglo XX.
Simone Weil nació en París en 1909, en el seno de una familia judía atea. Vivió una existencia inquieta, y su obra fue y es una llamada de atención y una provocación para la cultura de hoy. Alumna de Émile Chartier (Alain), filósofo y maestro de numerosos intelectuales franceses de la época, Simone fue docente de secundaria y sindicalista. Enemiga de toda forma de totalitarismo y profundamente crítica hacia toda clase de idolatría, combatía a los que ella definía «los soñadores de día», individuos dispuestos a hacer cualquier cosa, a cometer cualquier crimen para realizar, precisamente, su sueño. Simone fue obrera, participó en la guerra civil española, se exilió después en Estados Unidos huyendo del nazismo por ser judía, por más que, como ella misma precisó, distante de la cultura y de la tradición de su pueblo. Finalmente, se estableció en Londres, comprometida con la Resistencia contra los alemanes. Allí, afecta por la tuberculosis, murió en el sanatorio de Ashford en 1943 a los 34 años de edad. Piedra de escándalo