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Células vivas

Serenella Silvi

“Su” movimiento Aunque nunca pensó en fundar los Focolares, Chiara ha dado vida a una red de miles y miles de grupos que “son sólo amor”.
«Eran tiempos de guerra y todo se derrumbaba…». La conocida historia de Chiara se ha podido oír entre los rascacielos de Nueva York o São Paulo o en la periferia desolada de grandes metrópolis como Bombay o Nairo-bi, relatada tanto a pequeños grupos como a multitudes que colmaban estadios de todo el mundo; una historia que ha echado raíces en el Evangelio, en una fe potente en Dios amor. Pero también es una invitación apremian-te a vivir el amor recíproco, a fin de que él nos conduzca siempre por el camino que desde siempre está marcado para la humanidad: la fraternidad… universal. La historia empezó en una ciudad relativamente pequeña, Trento, pero ha llegado hasta los remotos poblados de Indonesia o del corazón de Amazonia, donde nunca se había oído hablar de Trento ni de su concilio. Es la his-toria de alguien que ha traído con su vida y su ser el don que Dios le encomendó, de cuya envergadura ni siquie-ra ella era consciente al principio, pero cuyo desarrollo siguió a través de unos acontecimientos siempre nuevos, poniendo todo su corazón en ese Dios suyo que una vez le hizo sentir en el alma: “Entrégate completamente a mí”. Mucha gente, primero cientos, luego miles y ahora millones de personas la han seguido, aportando esfuerzo y talento en la realización de una unidad que puede parecer un sueño cada vez que estallan nuevos conflictos, co-mo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando todo empezó. Si hoy entras en el Palacio de Cristal de la ONU, dirías que se trata de una fortaleza, con detectores de metal por todas partes. Así era también el 28 de mayo de 1997, cuando Chiara habló allí. Se percibía entonces el eco del mismo espíritu, el de Trento, pero presentado con un rostro nuevo. Los puntos fundamentales de siempre pe-ro ofrecidos como una atrevida propuesta: el amor recíproco aplicado entre las naciones por un bien mayor. Una propuesta que parecía poco probable oír por allí, pronunciada ante quienes están llamados justamente a favore-cer el diálogo en todos los niveles. Pero Chiara ya veía realizada esa propuesta, porque gracias a ella ya existen miles de “focolares encendidos” en el mundo, “focolares” encendidos por “su” movimiento, los Focolares. «Tengo que dar testimonio siempre de ese Dios al que amo por encima de todo», dijo en aquella ocasión. Por eso el ideal de su vita se ha difundido como una mancha de aceite por muchos países del mundo.

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